“Esto no es la teología del pueblo o la teología de la liberación. Es la teología”
Emilce Cuda es argentina, teóloga, especializada en moral social católica, profesora universitaria y oficial de la Curia Romana. Publicó “Para leer a Francisco. Teología, Ética y Política”, tal vez el más acabado y detallado de los trabajos que examinan los fundamentos teológicos y filosóficos del pensamiento del Papa. Es también la primera mujer laica argentina en recibir un doctorado pontificio en teología moral.
por Pablo Touzon
¿Si tuvieses que describir y contarnos en qué consiste la “teología de Francisco”, el aporte específico de su pontificado en la larguísima historia del cristianismo, en las encíclicas y exhortaciones apostólicas de estos 12 años de su magisterio pontificio, cuáles serían? ¿Qué rupturas y continuidades existen con sus antecesores? ¿En dónde estuvo puesto el énfasis?
Lo primero que hay que dejar en claro es que la Iglesia, el gobierno de la iglesia no funciona como el gobierno de un país o un gobierno secular, en donde en general, no en todos los casos, pero en general, hay un barajar y dar de nuevo cada 4 o 6 años (aun cuando en muchos casos últimamente quién viene está sujeto no a la Constitución, al Estado de derecho o the rule of law como dicen los americanos sino más bien a the rule of one). En cualquier caso, en la Iglesia no sucede de esa manera. Entonces lo que consideramos en este caso, el magisterio social pontificio, el magisterio de la enseñanza sobre lo social de los papas tiene una continuidad que se enmarca dentro lo que se llama el pensamiento social cristiano, y que, por supuesto, nace con el cristianismo y con el mismo Jesucristo. Ese pensamiento social cristiano sostiene que la justicia siempre es social, y esa justicia es constitutiva de la prédica cristiana. Esto fue un largo debate entre los años 50 y 60 del siglo XX; debate que queda plasmado de modo implícito en el Concilio Vaticano II. Es decir, hay una continuidad que viene ya desde la prédica de Jesucristo, y que se consolida en el siglo XIX cuando nace formalmente la Doctrina Social de la Iglesia con su primera encíclica Rerum Novarum.
El tema principal es el trabajo; el centro de la Doctrina Social de la Iglesia es el trabajo. Hago un breve paréntesis y vuelvo: la última encíclica social, que es Laudato Si, se instaló como una encíclica del medio ambiente, “climática”, pero eso es un error con el que estamos batallando desde entonces. Laudato Si sigue siendo una encíclica social desde la primera a la última página, en continuidad con Rerum Novarum, que renovó y actualizó a León XIII, y siempre el centro es la persona del trabajador. Es una encíclica que habla de una crisis ecológica socioambiental, porque las causas del cambio climático tienen raíces sociales, porque lo que le importa a la encíclica es la persona del trabajador y, como bien dice ahí, los primeros que van a morir son los pobres, los que no tienen trabajo, los descartados.
Cuando nace el modelo productivo industrial, lo que denuncia la encíclica Rerum Novarum es que, ante una situación calamitosa y urgente que están padeciendo los trabajadores por culpa del egoísmo de los empresarios, es necesario crear instituciones que defiendan sus derechos sociales. Sin embargo, la primera exhortación apostólica del Papa Francisco, Evangelii Gaudium, ya no va a atribuirle la responsabilidad al egoísmo de los empresarios, principalmente porque pasaron más de 100 años y esas instituciones solidarias se fueron logrando. Francisco va a hablar de un sistema que mata. Pongo este ejemplo para graficar que no hay una ruptura ni una novedad, lo que hay es una continuidad, bajo un contexto diferente. Al comienzo, no había sindicalismo, por ejemplo, no estaba institucionalizada la solidaridad, pero a lo largo de todo el siglo XX esto avanzó en los países que pudo avanzar efectivamente. Entonces, hoy ya no se habla del egoísmo de los empresarios, porque sabemos que no son las personas individuales los responsables sino un sistema que involucra a todos. Los obreros que defiende el magisterio social en el siglo XIX estaban siendo explotados; hoy el Papa Francisco nos dice que son descartados, porque ya no están trabajando en condiciones de explotación, sino que han quedado fuera del sistema. Es el mismo principio evangelico en coyunturas distintas en cada encíclica social.
Hay una intencionalidad política en sostener que el actual magisterio es el magisterio del Papa Francisco. No, es el magisterio social de la iglesia. Cada documento, cada palabra que se escribe, está enlazada a una cita de un documento anterior o de las Sagradas Escrituras.

Hay una intencionalidad política en sostener que el actual magisterio es el magisterio del Papa Francisco. No, es el magisterio social de la iglesia. Cada documento, cada palabra que se escribe, está enlazada a una cita de un documento anterior o de las Sagradas Escrituras, para marcar la continuidad. Además, este magisterio social tampoco es la “teología de Francisco”, ni “la teología del pueblo”. Creo que cuando se utilizan estos genitivos es para luego negarlo, al mejor sentido hegeliano: decir que esto es “la teología de Francisco” es para luego negar que eso sea la doctrina de la Iglesia. Esto no es la Teología de la Liberación o la Teología del Pueblo. Es la teología.
Que quede claro, no ocurre lo mismo si hablásemos de encíclicas que tienen que ver con el dogma. Porque el dogma está dado de una vez y para siempre: no es que un papa viene y dice hoy la Trinidad no son tres, son cuatro, son dos, o me llevo uno y le pido al compañero. El dogma proviene de la revelación dada de una vez y para siempre por Jesucristo, y cada generación tiene la responsabilidad histórica de reinterpretarla de acuerdo a la coyuntura, pero solo cuando se trata de cuestiones sociales, sencillamente porque los avances tecnológicos cambian esas condiciones. Las novedades de los papas se producen en el campo de lo social, por ejemplo, la exhortación apostólica Amoris Laetitia en relación con el amor en la familia. La tradición teológica no cambia el dogma, lo que hace es releer, reinterpretar el Evangelio a partir de la coyuntura. No hay novedad en lo dogmático, puede haber novedades en la doctrina social, en la liturgia, en lo eclesiológico. Eso significa, como ha dicho Francisco, que la catequesis nunca cambia, sin embargo la teología si debe cambiar, por eso estamos justamente en un momento sinodal.
Hablabas recién del “catálogo” de las diferentes teologías. Desde muchos sectores “extra-latinoamericanos” suele confundirse el origen histórico, intelectual, espiritual y político de Francisco en la llamada Teología de la Liberación. Vos escribiste sobre esos orígenes en la Teología del Pueblo. ¿Qué diferencias existen entre una y otra? ¿Siguen existiendo esas diferencias de mirada hoy en día?
Hay una clasificación que hace Juan Carlos Scannone, un jesuita filósofo y teólogo argentino, donde ya durante el pontificado de Francisco establece que hay cuatro corrientes dentro de la Teología de la Liberación, y que una de esas corrientes es la Teología del Pueblo. Ahora bien, ¿qué es la Teología de la Liberación? ¿Qué es lo importante de la Teología de la Liberación? Es un modo distinto de leer el dato revelado. El “dato” es el mismo, el método es diferente porque utiliza otra mediación. En la teología escolástica, por ejemplo, la mediación es la filosofía y podríamos explicar el dato revelado a partir de un silogismo: si tenemos esto, entonces aquello. Este método tuvo una fuerte presencia en el pensamiento europeo marcado por la forma escolástica durante siglos. Pero existen otras mediaciones para poder entender el dato revelado. La originalidad de América Latina es que como mediación no va a utilizar la filosofía, sino que va a utilizar la cultura.
Entonces no estamos hablando de otra teología en realidad, sino que es un método diferente de interpretar la realidad a partir del Evangelio. No nos centramos en el ser, sino en el modo; no nos preguntamos el qué es, sino cómo hacerlo. Bueno, esto no es una originalidad de la teología latina, sino una originalidad de gran parte del pensamiento latinoamericano, que tiene esa particularidad en su cultura: tomar como punto de partida la realidad antes que la idea. Por eso, el Papa dice, en uno de sus cuatro principios, que “la realidad es superior a la idea”, es decir, que parte de la realidad mientras otros parten de la idea, de los universales y dicen: así debe ser la democracia o así debe ser la sociedad, y después van a la realidad y eventualmente corrigen.
Una parte del pensamiento latinoamericano, que es el que se conoce como filosofía de la liberación y del cual luego emana la teología de la liberación, parte de la premisa de que existe una sabiduría en los pueblos que es una forma del conocimiento. No es el conocimiento científico que da la academia, pero es un conocimiento válido. Esa sapiencia popular es la que se utiliza para releer el dato revelado y también la teoría política o la filosofía en general. Es otra mediación.
Uno de los padres de la filosofía de la liberación, que pocos conocen, es el jesuita argentino Juan Carlos Scanonne, el otro es Enrique Dussel, también argentino. Scannone ha sido incluso profesor del Papa Francisco. Ellos no “inventan”, sino que ponen en palabras, organizan, categorizan, algo que ya existía en la realidad. Por ejemplo, cualquier docente argentino al mismo tiempo que hace investigación en la academia hace “territorio”. Eso en otros contextos está mal visto, el profesor debería estar en su en su oficina de la universidad y no en contacto con los movimientos populares o con las organized communities en los Estados Unidos. Este prisma latinoamericana va a utilizar la mediación de la cultura popular -que es experiencia de sufrimiento por exclusión y explotación-, para hacer teología, pero el principio de discernimiento siempre es el mismo, es el Evangelio. En paralelo a esa Filosofía de la Liberación emerge lo que se llamó Teología de la Liberación.
Hay distintas posiciones, hay posiciones extremas como la de Hugo Assman en Brasil, donde directamente se llama a tomar las armas y enfrentar a través del modo violento al sistema. Por otro lado, tendríamos a Eduardo Pironio, cardenal argentino que ahora ha sido también beatificado. Pironio hablaba de las necesidades del pueblo y de la necesidad de liberarlo de esas opresiones terribles, pero siempre sosteniendo que el camino no eran las armas sino la espiritualidad comunitaria. Fue él quien decidió, desde su puesto en la Curia Romana, juntar a todos los jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud. Desde la Teología del Pueblo, fue Rafael Tello quien decidió sacar a los jóvenes de sectores más bajos caminando a Luján en medio de una dictadura donde nadie podía salir a la calle, y donde se decía que “el silencio es salud”.
Este aporte latinoamericano es reconocido hoy en el mundo, hay un reconocimiento implícito al menos del nivel de estas personas y de esta matriz de pensamiento, aunque quizás no acuerden en los principios ni en los fines.
Desde la Teología del Pueblo, fue Rafael Tello quien decidió sacar a los jóvenes de sectores más bajos caminando a Luján en medio de una dictadura donde nadie podía salir a la calle, y donde se decía que “el silencio es salud”.
En el Papa Francisco hay un método y una praxis, evidenciados ya en Evangelii Gaudium en el concepto de “La Cultura del Encuentro” y en la metáfora de la figura geométrica del poliedro, que intenta ir más allá de la lógica polarizadora contemporánea. “El tiempo es superior al espacio”, “la unidad es superior al conflicto”, “la realidad prevalece sobre la idea”, “el todo es más que las partes y que la mera suma de las partes”. ¿En qué consiste? ¿Pensás que es un registro trasladable a la política hoy?
Mirá esa pregunta es muy buena, porque si retomo un poco lo anterior, una de las cuatro líneas de las que hablábamos es justamente la de Gustavo Gutiérrez. Por supuesto, tiene que ver con una realidad de la costa oeste latinoamericana; en Estados Unidos se tiene claridad sobre la diferencia que existe entre la costa Este, la costa Oeste, y el centro profundo del país. Sin embargo, a América Latina se la toma como un todo y eso no es justo. Es decir, la costa Este y la costa Oeste de Latinoamérica, incluso el Caribe, Centroamérica y México, tiene características distintas, simplemente porque la costa Este ha llegado a un desarrollo industrial avanzado, mientras que en la costa Oeste predomina un modelo campesino.
Por qué digo esto: porque Gustavo Gutiérrez llevó adelante una de las cuatro líneas de la teología de la liberación de la cual es el gran exponente (acaba de fallecer, hace muy poquito), y él hablaba desde un contexto latinoamericano que está más relacionado con el modo productivo que han tenido estos países. Sin embargo, la Teología del Pueblo nace en la costa Este, entonces va a hablar a partir de la cultura -el mito histórico, como lo llama Bergoglio-, porque es una narrativa que se construye en la experiencia y no “balconeando la vida” como dice él mismo en algunos documentos.
Entonces lo que aparece en este contexto secular, por nombrarlo de alguna manera, es algo que es propio del mundo del trabajo organizado, porque al haber desarrollo industria avanzada, el trabajador ha devenido obrero fábrica. La organización de este mundo laboral -que luego será también política-, la comparten tres países en América: Argentina,Brasil y Estados Unidos. En los tras, la organización laboral de los trabajadores fue con la Iglesia Católica inculturada entre los obreros.La particularidad del Papa Francisco es algo que vivió y mamó en su experiencia vital, en su propio contexto. El diálogo social, del que habla Fratelli Tutti como la mejor política, es una herramienta que nace en ese contexto productivo. Podemos decir que, así como Laudato Si denuncia la crisis ecológica socioambiental de un sistema, Fratelli Tutti nos dice qué hacer: diálogo social.
Muchas veces quienes no habitan un contexto de trabajo organizado como es el de Argentina, Brasil, o los Estados Unidos creen que el diálogo social es el diálogo que podemos tener nosotros dos como amigos, cuando en realidad el diálogo social es un diálogo en conflicto. Supone alguna forma de organización de las partes que se sientan a una mesa de diálogo social. Entonces cuando el Papa nos dice que hay que cambiar, que hay que pasar de la de la Cultura de la Muerte a la Cultura del Encuentro, nos habla de un diálogo social para el cual necesitamos hacer comunidad y construir organización. De lo contrario, el principio cristiano -y político democratico- de “unidad en la diferencia”, no será posible. Por eso el Papa llama a “organizar la esperanza”, porque al día de hoy otros están organizando la esperanza de los descartados, mientras que, en el pasado, en el siglo XIX, fueron cristianos católicos quienes lo hicieron: los obispos irlandeses que ayudaron a organizar los primeros sindicatos y las universidades para los hijos de los trabajadores en Estados Unidos, y el rol que tuvo la Iglesia en Brasil o en Argentina en la implementación de esas herramientas de organización social.
Por eso el Papa llama a “organizar la esperanza”, porque al día de hoy otros están organizando la esperanza de los descartados, mientras que, en el pasado, en el siglo XIX, fueron cristianos católicos quienes lo hicieron:
Hasta hace unos años la noción de “pueblo” parecía haber desaparecido del mainstream político. Todo era segmentación y demandas individuales agregadas. Hoy volvió, está en boga en todo Occidente el concepto de “populismo”, usado para referirse a un método y praxis política que pueden ir desde Donald Trump hasta Javier Milei. ¿Qué noción de “pueblo” pensás que los caracteriza? ¿Es parecida o distinta a la del pueblo del catolicismo? ¿Qué significa “pueblo” para el Papa?
Lo que pasa es que hay que volver a leer al maestro Platón, quien nos muestra cómo, en los dialogos socraticos, antes de empezar se ponían de acuerdo entre los interlocutores sobre las categorías que iban a usar, y hoy no se hace eso. Entonces, uno habla de pueblo y el otro responde pero, como diría Jacques Rancière en un libro que se llama “El Desacuerdo”, no todos entienden lo mismo cuando dicen blanco. Y ahora estamos en una misma conversación hablando de pueblo, de populismo, de catolicismo o de cristianismo, pero en realidad no sabemos de qué estamos hablando en conjunto porque todos entendemos por los mismos vocablos algo distinto.
Hay, en lo que llaman la lucha por el sentido, una apropiación y una resignificación de las categorías religiosas. Y como decía Antonio Gramsci, cada vez que nosotros repetimos una categoría ajena como propia estamos abonando el terreno contrario. Creo que fue Ernesto Cardenal al que le preguntaron si creía en Dios y respondió: “¿En qué Dios?”, para saber en qué sentido se mencionaba el vocablo. Pasa lo mismo con la idea de pueblo, que por supuesto es un vocablo absolutamente equívoco. Mi trabajo por ocho años, cuando Bergoglio fue electo Papa, fue tener que viajar por el mundo con Juan Carlos Scannone, sobre todo en Europa, y empezar a explicar qué se entiende por pueblo en América Latina. Porque si nosotros decimos pueblo en Europa automáticamente denota fascismo o nazismo; hasta el día de hoy cuando yo hablo en España la gente que me invita y que piensa como nosotros se pone loca cuando uso la palabra “pueblo”. Si uno está en Estados Unidos y usa la palabra pueblo en el sentido que la usamos nosotros tampoco la entienden, porque no entienden el singular de pueblo. Mientras en el Norte People es un plural, en el Sur pueblo es un singular, es decir que es toda una comunidad que en la unidad deviene sujeto jurídico. Es decir, quien va a juzgar no es un individuo, es una comunidad que toma la decisión de “unirse para salvarse” -como repite Francisco-, y en ese momento actúa como sujeto comunitario. Dicho de otro modo, lo que los franceses llaman ‘sujeto’, los estadounidenses llaman el ‘self’, y los cristianos llamamos ‘persona’, en América Latinca lo llaman ‘el pueblo’, entendiendo por esto un sujeto, self o persona comunitaria capaz de juzgar.
Ahora, desde el punto de vista de la Iglesia es interesante ver con qué vocablo se nombra al pueblo en el Evangelio. Si vamos al griego, por ejemplo, tenemos tres palabras que a veces se usan con mucha ligereza, pero es importantes detenerse.
Una es democracia, que hace referencia al kratos del demos. Entonces es el poder de una parte del pueblo, es el poder solo del demos. ¿Y quién era demos en ese momento? Solamente, volviendo a citar a Rancière, quien tenía algo para contar: uno, dos tres, acres, apellidos, títulos universitarios diríamos hoy. Pero hay gente que no tiene nada para contar, a veces hoy ni sabe cómo se llama su abuelo, no está anotada, gente que nace en las marchas de migrantes y no tiene documentos, entonces ahí no hay demos, ahi hay ochlos.
Cuando el ochlos se da cuenta que su agonismo no es una maldición de los dioses sino consecuencia de la injusticia social, toma la decisión de “unirse para salvarse”, como dice el Papa Francisco, entonces deja de ser ochlos y se convierte en laos: parte del pueblo descartado ahora organizado. El pueblo en los textos de Pablo aparece con ese nombre.
Y después está la tercera palabra: ecclesia, que significa “asamblea pública”, “palabra pública”. Y ahora vuelvo con esto, pero recordemos por ejemplo que en “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” Max Weber nos dice que en la modernidad el catolicismo fue privatizado. En consecuencia, parte del cristianismo protestante se reduce a un culto a puertas cerradas y deja de ser palabra pública (aunque vale aclarar que hoy tenemos protestantismos que salen a la calle codo a codo por la lucha social con los católicos). Entonces, las derivas son hoy, por ejemplo, que la religión no puede mezclarse con la política, pero el cristianismo que continúa hoy como catolicismo es asamblea, es ecclesia, es palabra pública, es teología, es decir más que religión, y no es palabra pública sobre cualquier cosa, es palabra pública sobre el bien común.
La Iglesia Católica es la unidad en la diferencia. Si no tenemos unidad, que es el primer bien común, entonces no devenimos sujeto jurídico para tomar decisiones. Esta es la iglesia y esto es lo que el Papa Francisco está predicando de manera lacónica, porque él habla con frases cortas, “nos unimos o nos hundimos”, “la unidad en la diferencia”, pero toca a los teólogos y a los politólogos desarrollar esta idea, que no viene de la nada, sino que viene del Evangelio: cuando el joven rico pregunta al Maestro que debe hacer para salvarse, Jesus dice que debe unirse, ser uno, como el Padre es uno. El problema del joven rico no fue vender los bienes, fue no poder tomar la decisión de unirse.
Hablabas recién de cómo el catolicismo es casi desde el inicio una religión social, algo que no se circunscribe el culto privado, ergo, que tiene una politicidad casi inmanente. ¿Cómo estás viendo la aparición de nuevas conversiones al catolicismo en el mundo anglosajón? Pienso sobre todo en los casos de JD Vance, o de la gran cruz en la cara de Marco Rubio el miércoles de ceniza. ¿A qué marco político pensás que responde?
Cualquiera que se pone a estudiar seriamente la historia de la teoría política o de las formas políticas ve un patrón de regularidades. Giambattista Vico hablaba del retorno cíclico de la historia, corsi e ricorisi historici. Podría verse, por ejemplo, a la historia humana como una forma cilíndrica con tres o cuatro “momentos” que se van repitiendo. Podríamos decir hoy también, que se pasa del Pater Familias a la monarquía, de la monarquía a la República y de la República al Imperio, que es el momento populista, y cuando eso cae volvemos al Pater Familias, que es el feudalismo. Hoy estamos entrando en un neofeudalismo, algunos lo llaman techno feudalismo, pasado el momento republicano donde la autoridad está ubicada en las Reglas de la Ley o Estado de Derecho. Y es en este momento cuando salimos de la política secular y empezamos a entrar nuevamente en la política como religión. Porque cuando queda el vacío de la ley, lo primero que se produce es el caos.
En el texto bíblico del Antiguo Testamento, en el Génesis, hay dos relatos, uno donde Dios crea el mundo de la nada, trabaja seis días y el último descansa, integrando el descanso en la dinámica del trabajo. Pero en un segundo relato se nos dice que hay un caos y que quien ordena el caos se convierte en Dios. Porque, ¿qué es un Dios sino el dueño de la vida y la muerte? Entonces ahora que estamos en un momento de caos asistimos a una lucha de dioses. Y cada uno hace su campaña prometiendo la vida, porque ya no estamos luchando por derechos civiles o sociales como en el siglo XVIII y XIX, estamos viendo si vivimos o morimos. Por eso en las campañas electorales los discursos ya no son en torno a derechos civiles o sociales, son en torno a derechos vitales que se traducen como aborto, LGTB, eutanasia, migracion, etcétera.
Entonces en este momento de caos, que ya pasó en la historia muchas veces, cuando la razón se corre ese lugar lo ocupa la fe, y cuando se corre la ley ese lugar lo ocupa la religión. Empieza entonces una guerra de dioses -como la llama Michael Lewis-, porque cada uno de estos deus mortalis, como diría Thomas Hobbes, va a hacer su campaña ofreciendo garantizar la vida, que es lo más primario, porque quién ordena ese caos podrá convertirse en el próximo dios mortal. Entonces en esa campaña por la vida, lo primero que hay que organizar es la esperanza, como dice Francisco; a usted le interesaba este tema…
Hay tres virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad. La fe en el plano vertical es fe en Dios, pero en el plano horizontal se traduce como con-fe o confianza en la Humanidad. Si yo rompo este plano horizontal la gente se aísla, cuando se aísla no hay comunidad, y cuando no hay comunidad hay política, pero no hay política democrática, hay política totalitaria. Esto lo explica Francisco en el primer capítulo de Fratelli Tutti.
Lo que estos sectores están buscando es que la fe en el Dios trascendente vaya al dios mortal, lo que está diciendo el Papa es que mantengamos la fe en Dios y dejemos el trono secular vacío. Confiemos en la humanidad: en la encíclica Fratelli Tutti, en el primer capítulo que se llama “sombras”, Francisco dice que la mayor amenaza al mundo contemporáneo es el aislamiento. Él dice primero te aíslan, te atemorizan, y después te toman el alma. Ya lo había dicho Margaret Thatcher: “Yo voy por el alma”; así empieza la campaña neoliberal en los noventas.
Entonces la fe es eso. La caridad -segunda virtud teologal- es amor a Dios, pero en el plano horizontal es justicia social, por amor al prójimo voy a buscar la justicia social. La esperanza, tercera virtud teologal, en el plano vertical es esperanza en la vida eterna, pero en el plano horizontal es esperanza en la vida buena y en abundancia, Jesucristo en Juan 10:10 dice: “he venido para que tengan vida buena y en abundancia”.
¿Qué está pasando con la esperanza, que, como dice la sabiduría popular, nunca se pierde? Esta gente sabe que los pobres no tienen nada, pero tienen la esperanza. Entonces van por la esperanza y se la organizan de la manera más brutal, y la gente que tiene que sobrevivir compra estos discursos de vida mentirosos. Por eso dice el Papa: “tenemos que organizar nosotros la esperanza”. Y para eso estamos llamando a las universidades y a toda la sociedad civil.
Yo aprendí desde la universidad y en toda mi carrera que es mejor mirar los sistemas y no los individuos, a no pensar en que todo es responsabilidad de alguien malo o loco. Muchos de nosotros somos ángeles y demonios al mismo tiempo cuando por nuestra boca está hablando una cultura, un momento histórico, una etapa de la humanidad o una ideología. Eso va más allá de lo que Trump, Meloni, Putin, Milei, usted o yo pensemos y hagamos, pero no nos quita la responsabilidad de decirlo y repetirlo.
¿Qué opinás de la crítica que existe sobre la idea que de tanto énfasis puesto en la cuestión de los pobres en la prédica de Francisco este olvidaría otras dimensiones de la existencia no ligadas a ese factor social? O más sencillamente, de la acusación de “pobrismo”
Mirá, si hay un catolicismo que predica “el pobrismo” es el que podríamos llamar de derecha. El Papa Francisco lo que hace es llamar a esos pobres a organizarse, a unirse para salvarse, a convertirse en sujetos jurídicos, a participar en los procesos de toma de decisiones. Fijate que si vos buscás la palabra “democracia” con un buscador de palabras en todos los documentos del Papa no va a aparecer, porque para nosotros la palabra es “participación”, ya que por democracia podemos entender un mecanismo meramente representativo, y la representación es solamente de aquellos que tienen una parte de la torta o algo para contar, por eso son partidos. Pero los que no tienen una parte de la torta, no son partidos, solo pueden moverse de cuerpo presente, y por eso se los llama movimientos, y se manifiestan en la vía pública, aparecen, como el ser.
Entonces, nosotros cuando hablamos de pobres, hablamos en términos de dignidad humana y en términos de trabajo. Tiene que ver estrictamente con el dato revelado: una persona que no trabaja no puede expresar toda su dignidad, todo su brillo, su esplendor. En el trabajo imita la actividad de Dios, quien trabajó creando el mundo. La pobreza es una cosa terrible; la idea no es seguir teniendo pobres, como en esa escena maravillosa de Los Miserables de Víctor Hugo cuando el obispo le dice al ladrón: “Gracias por haberme robado porque me da la oportunidad de perdonarlo”. Bueno, hay algunos que necesitan pobres para generar poder territorial a través del asistencialismo, pero eso no tiene nada que ver con la prédica del Papa Francisco. Desde que llegué acá que lo escucho decir “No a la ideología”. No ideologizar los símbolos religiosos, no ideologizar a la Madre de Dios.
A mí me causa gracia que muchas personas de izquierda y derecha piensen que Francisco sólo está haciendo referencia al comunismo cuando habla de ideología. Muchos intelectuales nuestros se quedaron en el siglo XX. Cuando el Papa habla de ideología está hablando también de esta ideología que viene de una derecha conservadora que está transmitiendo su ideología a través de nuestros símbolos religiosos, abusando en conciencia a la gente.
El pobre para nosotros es una categoría teológica, porque Jesús eligió nacer y encarnarse en la pobreza, estaba con los pobres. Pero Jesús no condenaba a nadie y sumaba a todos: Vengan, decía, no importa si no pagaste los impuestos, si eras prostituta, vamos todos juntos. Cuando Maria, la Madre de Dios, habla en la Biblia su discurso es el más radical que se pueda escuchar: “Ha venido a derribar del trono a los poderosos y ensalzar a los humildes, a los pobres los colmará de bienes, y ha despedido a los ricos con las manos vacías”. Ahora la han enmudecido, o hablan por ella.
Cuando el Papa habla de ideología está hablando también de esta ideología que viene de una derecha conservadora que está transmitiendo su ideología a través de nuestros símbolos religiosos, abusando en conciencia a la gente.