Fuego Amigo: el mundo según Trump II
Lejos del Trump I, que en 2020 todavía muchos en el establishment seguían postulando como una anomalía, el Trump II vuelve al poder como una verdadera fuerza de la historia. China como continuidad con Obama y las diferencias sobre Rusia con Biden, el nuevo rol de Silicon Valley y más en este texto de Esteban Actis.
por Esteban Actis
Del “punto fuera de la curva” a una “nueva curva” en la política estadounidense
Cuando el 6 de enero del 2021 las imágenes de los seguidores de Donald Trump tomando violentamente el Capitolio recorrían el mundo, la percepción era unívoca: el trumpismo había sido un anómalo experimento dentro del sistema político estadounidense. Era el violento y peor final de un “punto fuera de la curva”, la cual volvía lentamente a su inclinación natural con el triunfo de Joe Biden, un exponente de establishment político de EEUU, un hombre de Washington.
Esta percepción en 2021 fue sin lugar a dudas la de los CEOs de las grandes firmas tecnológicas que tuvieron, como bien señaló Ian Bremmer en su artículo sobre la tecno-polaridad, mayor capacidad de reacción que las tradicionales instituciones estatales. Facebook y Twitter suspendieron las cuentas del presidente Trump por publicaciones que elogiaban a los alborotadores. Amazon, Apple y Google desterraron Parler, una alternativa a Twitter que los partidarios de Trump habían utilizado para alentar y coordinar el ataque, bloqueando su acceso a servicios de alojamiento web y tiendas de aplicaciones. Las principales aplicaciones de servicios financieros, como PayPal y Stripe, dejaron de procesar pagos para la campaña de Trump y para cuentas que habían financiado los gastos de viaje a Washington, D.C. de los partidarios de Trump.
El famoso “America Is Back” del líder Demócrata en 2021 tenía un doble mensaje. Hacia adentro como respuesta a dejar atrás los atropellos del outsider magnate sobre el sistema político y las burocracias afincadas sobre la Avenida Pensilvania. Hacia afuera, como respuesta a dejar atrás la retracción del liderazgo global, de rechazar una forma de ejercer el poder (transaccional) y el objetivo de recomponer los vínculos con los principales aliados externos, dañados con el gobierno Trump. Solo hay que recordar la famosa foto donde Angela Merkel, Shinzō Abe y Emmanuel Macron miran con enojo a un Trump sentado de brazos cruzados. Sin embargo, a pesar de sus logros y yerros, Biden subestimó su edad y el daño de la inflación. Fue game over.
Como escribió Francis Fukuyama en una columna en el Financial Times el día siguiente del triunfo de Trump II, lo que quedó bien en claro, y que pocos parecieron entender cabalmente (en donde me incluyo) que la "anomalía" y el punto fuera de una “nueva curva” inaugurada en 2017 en realidad era la administración Biden. Quienes rápidamente comprendieron y captaron esa situación fueron los empresarios de las Big Techs del Silicon Valey, que pasaron, con un giro de 180 grados, de intentar contener las pulsiones antidemocráticas de Trump a estar sonrientes en el palco el día de la inauguración presidencial apoyando, y siendo parte como el caso de Musk, del Trump 2.0.
Más allá de la mayoría lograda en ambas Cámaras del Congreso o de tener una Corte Suprema aliada ideológicamente, la mayor fortaleza política de Trump II para su proyecto político es la configuración de un condominio con las grandes tecnológicas, las que tienen el control de aspectos crucial de la sociedad, la economía y la seguridad nacional que se dirimen en el “Espacio Digital”, ahí donde los estados no quieren o pueden tener influencia. La presencia del CEO de Tik Tok Shou Zi Chew (parte de la firma china ByteDance) en el palco inaugural -quien previamente se había reunido en Mar a Lago- implicó el compromiso de la empresa (y de China) de lograr una salida política a la preocupación de que los jóvenes estadounidenses miren el mundo a través de algoritmos chinos. Es de esperarse el ingreso de una firma estadounidense al negocio de Tik Tok.
La mayor fortaleza política de Trump II para su proyecto político es la configuración de un condominio con las grandes tecnológicas, las que tienen el control de aspectos crucial de la sociedad, la economía y la seguridad nacional que se dirimen en el “Espacio Digital”

El anuncio de la compañía Meta de reemplazar su programa de verificación de datos independiente fue un claro guiño al nuevo contexto de época. Detrás de ellas, las demás corporaciones y grandes fondos de inversiones. La retirada de BlackRock, el gestor de activos más grande del mundo, de la iniciativa Net Zero Asset Managers (NZAM), un grupo que busca apoyar a los inversores en la transición económica hacia emisiones netas cero, o la revisión de grandes firmas como Coca-Cola de sus programas de diversidad, equidad e inclusión (DEI) son señales de que la que la percepción es clara: hay trumpismo para rato.
¿Cuáles son las repercusiones globales? Como bien señaló Bremmer en su cuenta de X, con Trump II, EEUU se ha convertido en la mayor fuente de incertidumbre geopolítica del mundo.
Trump II y el rostro “áspero” del poder
En el libro “La disputa por el poder global” (2020) con Nicolás Creus analizamos cómo la concepción de poder de la administración Trump I estuvo concentrada en el “primer rostro” del poder de acuerdo a la conceptualización de Joseph Nye. Utilizar amenazas (sticks) y recompensas (carrots) con el fin de cambiar el comportamiento y las preferencias de otro actor. La capacidad de controlar y fijar las agendas (agenda setting) y la de moldear las preferencias iniciales (soft power) -segundo y tercer rostro-, que fueron muy importante en la construcción de la pax americana por más de medio siglo (fuerza más consenso), fueron menospreciadas por el magnate a la hora de entender y ejercer el poder.
El primer mes de Trump II no sólo muestra una continuidad sino una fuerte profundización de está vital dimensión para el desarrollo de las relaciones internacionales. Trump revivió la denominada “diplomacia del garrote” implantada por Theodore Roosevelt a inicios del siglo XX hacia América Latina identificada por la historiografía como los primeros trazos de una política imperial estadounidense. El dato llamativo es que los “palos” de Trump II han sido aplicados no sobre los tradicionales adversarios (China, Irán, Corea del Norte) sino sobre aliados y socios. Amenazas a Dinamarca para tener control sobre Groenlandia, amenazas a Panamá con quedarse con la soberanía del Canal, amenazas a Canadá, México y Colombia con aplicar aranceles. El desprecio retórico a sus dos socios del T-Mec ha sido mayúsculo: Señaló la posibilidad de anexar como el 51 Estado a Canadá y calificó de narco-estado a México. Trump II tiene para sus socios una caja con gran cantidad de “palos” pero hasta ahora casi ninguna gran zanahoria.
Cuando un actor poderoso, sea un individuo, una entidad o un Estado, descansa toda la construcción de poder sobre amenazas y “palos” tiene la ventaja y la satisfacción de la obediencia inmediata y la obtención de los resultado deseados, pero corre el riesgo de la pérdida de la confianza y de legitimidad en el mediano y largo plazo. Las inéditas manifestaciones nacionalistas al interior de las elites canadienses frente al atropello de Trump son una clara señal de alarma en relación a este punto.
Si la identificación de China como amenaza a la primacía global estadounidense es la gran continuidad de la política exterior entre Trump y Biden, Rusia representa sin lugar a dudas la principal fractura entre los Republicanos y los Demócratas.
Los tableros geopolíticos de Biden y Trump II
Si la identificación de China como amenaza a la primacía global estadounidense es la gran continuidad de la política exterior entre Trump y Biden, Rusia representa sin lugar a dudas la principal fractura entre los Republicanos y los Demócratas. El rol de Moscú en el tablero internacional desnuda una fractura mucho más grande en relación a la autopercepción de ¿Cuán poderoso es EEUU?
La administración Biden reforzó, con sus ajustes tácticos y estratégicos, el plano geopolítico donde se movió Trump I: China y el Indo-Pacífico, epicentro de la geopolítica desde la segunda década del Siglo XXI. La creación de AUKUS (Australia-United Kingdom-United States), el fortalecimiento de QUAD (Diálogo de Seguridad Cuadrilateral entre EEUU, India, Japón y Australia), un mayor compromiso con Taiwán y la propuesta de la Alianza Chip 4 es una agrupación multilateral entre EEUU, Japón, Corea del Sur y Taiwán en materia de semiconductores, como principales ejemplos.
La gran diferencia con Trump I es que Biden no titubeo en involucrarse, revitalizar -y entrecruzar- otro plano geopolítico, vestigio de la inmediata post guerra fría: Rusia y Europa Oriental. Más allá de que si Putin con la invasión a Ucrania en febrero de 2022 quiso maximizar poder (tesis ofensiva) o maximizar seguridad frente al avance de la OTAN sobre su hinterland, siempre quedó claro que el gobierno de Biden caminó cómodamente, como escribió en su momento Stephen Walt, como un sleepwalking (sonámbulo) hacia la guerra.
El indirecto involucramiento de Washington con Ucrania y la OTAN -fuerte compromiso político, económica (sanciones) y militar- permitió sin lugar a dudas evitar una derrota de Kiev en el campo de batalla, pero provocó un conflicto perenne que se proyectó en el tiempo. Esa prolongación implicó inexorablemente el surgimiento de dos preguntas: ¿Está EEUU en condiciones materiales de un imperial overstretch, es decir de ser el sostén de una larga, ajena y costosa guerra con un Great Power y a su vez aumentar la presencia en el Asia Pacífico para contrarrestar la cada vez mayor influencia de China, ante un conflicto militar siempre latente? ¿Preocupa que el aislamiento de Rusia con Occidente conlleve que Moscú se recueste cada vez más sobre el poder e influencia de Beijing?
Las respuestas de Biden, Jake Sullivan, Antony Blinken y Janet Yellen fueron sí para la primera y un no retundo para la segunda. Por un lado, un fuerte aumento del gasto en defensa financiado con más impuestos y sin preocupación alguna el déficit presupuestario. La idea de que la supremacía del Dólar como moneda de reserva de valor global pueden financiar “déficits sin lágrimas”. Por el otro lado, un convencimiento que en la disputa y división del mundo entre democracias vs autocracias el “mundo libre” logrará imponerse por la superioridad de un sistema político sobre otro, más allá de quienes estén del otro lado.
A los pocos días de regresar a la Casa Blanca queda claro que para Trump, Pete Hegseth, J.D Vance, Scott Bessent y Elon Musk las respuestas a los interrogantes señalados son “no” rotundo para la primera pregunta y un “sí” para la segunda. La evaluación es que el exorbitante déficit fiscal de EEUU no es más financiable y se deben recortar gastos en las distintas burocracias a la par que se reducen impuestos. En relación al Pentágono, el objetivo a priori es doble. Abrir su oscuro funcionamiento con DOGE (Musk) para lograr eficiencia en el uso de los recursos, y simultáneamente, frenar la tendencia inercial del fuerte crecimiento del presupuesto. Según dejo trascender Bloomberg, Trump dejó flotar la idea de una reunión a tres bandas con los líderes de Rusia y China en la que los países acordarían recortar el gasto en defensa a la mitad. Acá la gran pregunta es si Trump-Musk podrán avanzar sobre los intereses ramificados -públicos-privados- del Complejo Militar-Industrial. El Pentágono no es la USAID, ni en el tamaño del gasto ni el poder que representa. El Secretario de Defensa Pete Hegseth le dejó muy claro a los socios europeos de la OTAN que EEUU no tiene la voluntad y capacidad de desplegar simultáneamente recursos en los dos tableros geopolíticos descrito supra “EEUU esta priorizando disuadir la expansión de China en el Indo Pacífico, reconocer la realidad de escasez es esencial para que esa disuasión no fracase”
Por su parte, con la finalización de la guerra, el re-engagement político de Washington con Moscú (anuncio en la Cumbre en Riad de una normalización de las relaciones diplomáticas), una reconexión al capitalismo occidental (fin de las sanciones, reinclusión en a SWFIT y el regreso de las multinacionales que abandonaron los negocios en Moscú) y con un reconocimiento sobre el lugar importante de Rusia en el concierto de naciones, Trump II busca desandar la fuerte aproximación diplomática de Rusia con China post febrero de 2022 tanto en el bilateral como plurilateral (BRICS; Organización de Cooperación de Shanghái) como así también la mayor dependencia económica/energética. Luego del encuentro entre Rubio y Lavrov en Arabia Saudita para alcanzar un acuerdo de paz, el Secretario de Estado de Trumo dijo: “El fin de la guerra provoca una increíble oportunidad de asociarnos geopolíticamente con Rusia en temas de mutuo interés”. A buen entendedor, pocas palabras.
A diferencia de Biden, Trump quiere bajar a Putin (reconociendo como legítimas los avances de Rusia sobre su área de influencia) del ring geopolítico que Biden subió. En ese ring solo tiene que estar Xi Jinping.
O estás en la mesa o estás en el menú
La percepción de que Trump había sido “un punto fuera de la curva” permeó a todo Bruselas y a las principales capitales europeas. La convicción de los lideres europeos era que la revitalización de las alianzas tradicionales de EEUU maltratadas por Trump, como la Atlántica, había regresado para quedarse en 2021. Así como los lideres del viejo continente subestimaron los riesgos geoeconómicos que implicó la anexión de Rusia a Crimea en 2014 al no diversificar la matriz energética, no dimensionaron cabalmente el riesgo geopolítico que se inauguró con Trump I (2017). Pocos países europeos de la OTAN tenían un gasto en defensa superior al 2% del PBI en febrero del 2022 a pesar de los compromisos adquiridos en la Cumbre de Gales de 2014 y de las fuertes presiones durante los cuatro años de Trump I.
El despertar geopolítico de Europa fue demasiado tarde y fue puesto en palabras por el entonces ex alto representante de la UE para Asuntos Exteriores Josep Borrell, unos meses antes de las elecciones de noviembre de 2024 en EEUU cuando las posibilidades del triunfo de Trump eran cada vez mayores: “La llamada de atención que la historia nos ha traído ahora es que no podemos confiar que nuestra seguridad venga garantizada por lo que decidan cada cuatro años los electores estadounidenses, tenemos que tener una capacidad de defendernos que hoy por hoy Europa no tiene”
Las negociaciones bilaterales entre Rusia y EEUU para finalizar la guerra en Ucrania, las declaraciones de Pete Hegseth en Bruselas, en el marco de una reunión del llamado Grupo de Contacto de Defensa de Ucrania y de Vance en la Conferencia de Seguridad en Múnich, dejaron en claro que Europa no está en la “mesa” para los EEUU, y que son los propios europeos que deberán procurar los recursos para no estar en el “menú”. El viejo continente se encuentra en la peor encrucijada estratégica desde la segunda guerra mundial: entre el regreso de una (triunfante) Rusia con clara vocación belicista y un EEUU que parece decir “esta cuenta ya no la pago más” en un contexto donde sólo Polonia, Estonia, Letonia y Grecia (solo el 6% del PBI de la Unión Europea) invierten al 2025 el 3% de su PBI en defensa.
Para las democracias europeas, a diferencias de la autocracia rusa, la urgente necesidad externa de adquirir rápidamente capacidades militares se transforma en un problema de economía política. En un escenario de crisis de los liderazgos, de fuerte polarización política, de un crecimiento económico anémico y de un aumento del euroescepticismo, además de consensuar una estrategia de defensa común (hoy una utopía) cada eslabón de la Unión deberá convencer a sus ciudadanos (especialmente Berlín y Paris) que recurren a las urnas para revalidad sus gobiernos de la necesidad de gastar más recursos públicos “en cañones que en mantequilla”
En una entrevista al Financial Times, el reconocido político belga Theo Francken resaltó la tesis de que Europa necesita un sistema defensa más integrado, dejando atrás la fragmentación de los mercados, los altos costos y la baja calidad que lleva a los gobiernos europeos a una preferencia por el armamento de EEUU. Apalancar a empresas europeas como Rheinmetall, Airbus, Thales o FN Herstal parece ser un camino inexorable. En el contexto donde Europa (Alemania) pierde año a año competitividad industrial ¿será la industria armamentística el gran sector de reconversión?
¿Cómo se dice Inteligencia Artificial en chino?
A días que Trump se sentó nuevamente en la Casa Blanca, desde China se lanzó DeepSeek-R1, una IA generativa cuya precisión y efectividad es tan sorprendente como la estadounidense OpenAI pero su modelo de negocios es mucho mas eficiente. La gran pregunta que se hizo el mercado es si empresas como Microsoft, Google y Meta no están desperdiciando millonarias inversiones de capital para infraestructuras de IA basadas en Nvidia cuando se pueden conseguir los mismos resultados de forma más barata. A pesar del conjunto de restricciones impuestas desde EEUU, el gigante asiático vuelve a demostrar, una vez más, su capacidad de innovar. Como pasó cuando Huawei lanzó en 2024 su último smartphone con chips de 7 nanómetros (nm) fabricado por Shanghai Manufacturing International Corp (SMIC), en Washington se quedaron con la boca abierta dado que ese logro estaba fuera de todo pronóstico.
El lanzamiento de DeepSeek es simbólico en mostrar que la dimensión tecnológica marcará las tensiones y la rivalidad entre Washington y Beijing bajo Trump II y será, sin lugar a dudas la gran continuidad Trump I-Biden-Trump II.
El lanzamiento de DeepSeek es simbólico en mostrar que la dimensión tecnológica marcará las tensiones y la rivalidad entre Washington y Beijing bajo Trump II y será, sin lugar a dudas la gran continuidad Trump I-Biden-Trump II. A días de dejar el poder, Biden anunció nuevas reglas en la exportación de “AI chips” para evitar la proliferación de data centers en países considerados adversarios. Los desarrollos en inteligencia artificial permearán toda la industria 4.0 (drones, autos eléctricos, vehículos autónomos, robots, etc.) las cuales tiene implicancias duales, civiles y militares. La madre de todas las batalla tecnológica
En materia comercial, como bien señaló el economista Robin Brooks, Trump hizo mucho ruido (amenazas de aranceles a Colombia, México y Canadá) que no se concretaron y pocas acciones concretas, como el aumento de un 10% de aranceles a China, mucho menos del 60% anunciado en campaña. “Si dejamos el ruido de lado, esta guerra comercial se centrará en China” dice Brooks. Mientras que con los socios y aliados la política comercial será utilizada como un arma de negociación diplomática para obtener concesiones tanto comerciales como en otras áreas, con el gigante asiático es otro cantar. La respuesta de Beijing será más focalizada que la esbozada en 2017. En primer lugar, porque efectivamente China ha logrado diversificar sus exportaciones (principalmente a países emergentes, mucho de los cuales triangulan para llegar a los consumidores americanos). Hoy el “riesgo Trump” es mucho menor para el comercio exterior chino. En segundo lugar, el aumento de la importancia del sector manufacturero vis a vis el sector de la construcción, hacen que Beijing tenga que ser selectivo en su respuesta para no dañar su crecimiento. Por ejemplo, a la empresa Foxconn que fabrica los iPhone en China se le colocaron restricciones para que sus equipos no dejen China y se relocalicen en India. En 2024 China lanzó su propia versión del Foreing Direct Product Rule (FDPR) inspirada en los EEUU para tener una identificación minuciosa de los productos fabricados en el exterior que tengan tecnología y componentes chinos.
Es de esperarse que Trump II vuelva a poner sobre la mesa un nuevo acuerdo de administración del comercio bilateral como fue el “acuerdo Fase I” de inicios del 2020 afectado negativamente por la pandemia. Seguramente para equilibrar el déficit bilateral Trump pedirá el compromiso de mayores compras (importaciones) de bienes y de inversiones, probablemente en el sector de commodities. En este escenario Beijing tiene mucho por negociar mas allá de las cuestiones meramente comerciales, lo cual sería visto con muy buenos ojos.
En relación a China, Trump II enfrenta una clara división de halcones y palomas. Mike Waltz, el Consejero de Seguridad Nacional, y del Secretario de Estado Marco Rubio representan dentro de la administración las figuras que buscan confrontar con China y apuntan a la amenaza en materia de seguridad nacional, el Secretario de Comercio Howard Lutnick, el Secretario del Tesoro Scott Bessent y el propio Musk (con grandes negocios) buscan imprimirle una agenda más cooperativa en las dimensiones comerciales y financieras.
Mas allá de esto, con Trump II veremos un gran cambio en la gestión del vinculo bilateral y la rivalidad. A diferencia de Biden donde las comunicaciones con Xi fueron acotadas y se delegó en los funcionarios del más alto nivel (ministerial) el seguimiento de ciertas agendas cooperativas (lógica bottom-up) Trump y Xi mantendrán un diálogo mucho más fluido siendo una clara lógica top-down. Esta dinámica conlleva oportunidades riesgos. Como quedó demostrado en la llamada del 17 de enero entre Trump y Xi a días de asumir, distintos temas sensibles -como fue Tik Tok- son tratados entre los dos líderes, alcanzado rápidamente entendimientos mucho mas lentos en una lógica burocrática. Sin embargo, ante el surgimiento de una crisis y la una interrupción del diálogo presidencial no hay amortiguadores políticos que puedan desescalar las tensiones
¿Y América Latina?
El primer viaje como Secretario de Estado de Marco Rubio fue a América Latina, en realidad para ser preciso fue una gira centroamericana. El ex Senador Republicano visitó Panamá, El Salvador, Costa Rica, Guatemala y República Dominicana con una agenda centrada exclusivamente en los temas de migraciones, seguridad y China. Tanto en materia geográfica (subsistema de México y América Central) como en las agendas impulsadas Trump II tiene mucho de continuidad de la administración Biden, a lo que hay que sumar una visión principalmente doméstica a la hora de relacionarse con la región. Incluso, en el enfoque hacia Venezuela parece haber continuidad con Biden (pero un cambio en relación a Trump I) en un intento de Washington de avanzar en la normalización de los vínculos a pesar la clara desviación autoritaria y antidemocrática luego del fraude electoral de Julio de 2024. El 31 de enero de 2025, Richard Grenell, enviado de Trump para misiones especiales, viajó a Caracas para reunirse con Maduro en el Palacio de Miraflores. No sólo la primera vez en muchos años que un diplomático estadounidense se dejaba fotografiar junto al gobernante venezolano sino un reconocimiento implícito de gobierno, un golpe letal para las aspiraciones de la oposición venezolana que esperaba una fuerte postura de presión y aislamiento como la observada entre 2017-2021.
El gran cambio radica, como lo adelantamos supra, en la forma del ejercicio del poder. Aquellos lideres latinoamericanos que entiendan el juego de Trump serán lo que logren apaciguar y minimizar los costos. Para poner un ejemplo, la respuesta de Lula frente al envió de deportados a Brasil fue diplomática y con un perfil poco confrontativo a nivel presidencial, todo lo contario a Petro que elevó sus reclamos de manera personal y en el terreno de las redes sociales, escalando la conflictividad a niveles pocos vistos en la relación entre EEUU y Colombia.
El caso de Panamá y de México dejan bien el claro la lógica transaccional de Trump, quien siempre expande los límites de la imaginación con sus planteos maximalistas. Pone sobre la mesa una propuesta tan exagerada que cualquier cosa algo menos absurda parece razonable en una negociación. Dos casos guías que sirven de hoja de ruta para otros países.
Después del viaje de Rubio, queda claro que la soberanía es panameña pero implicó que el gobierno Panamá anunciase que no va renovar el memorándum de entendimiento firmado con China para el ingreso a la Belt and Road Initiative (BRI), y que se compromete a buscar la manera legal de que buques militares estadounidenses no paguen las tarifas del canal de Panamá, más allá de la cuestión económica simbólica en relación a la visión de Trump que todos los países se han aprovechado (“US been ripped off by every country”).
En el caso de México, la administración Trump se mantuvo firme en su intensión de aplicar aranceles del 25% a partir del 1 de febrero. Con el agua al cuello, la presidenta Claudia Sheinbaum negoció a través de una llamada telefónica con Trump la suspensión de la medida arancelaria. El anuncio de un despliegue de 10 mil elementos de la Guardia Nacional (GN) en la frontera norte, con el objetivo de frenar el flujo de drogas y de personas que intenten cruzar de forma ilegal, fue importante para Trump en lo simbólico (más allá de lo efectivo) en mostrar el compromiso de México en la materia.