La fe de los ateos

En el año 2007 se reunieron a conversar los denominados "cuatro jinetes del apocalipsis" en un encuentro memorable. Christopher Hitchens, Daniel Dennett, Richard Dawkins y Sam Harris (además de Salman Rushdie y Ayaan Hirsi Ali) eran los “nuevos ateos”. Mucha agua pasó bajo el puente, pero vale la pena volver a ese momento intelectual y político para pensar qué cambió y qué se mantiene igual en la era de lo woke, Trump y la crisis de Occidente. ¿Qué queda de la fe de los ateos?

por Tomás Borovinsky

Hitch-2001     

Christopher Hitchens (1949-2011) fue un ateo hasta la muerte. Nacido en Inglaterra, egresado de Oxford, emigró a Estados Unidos en 1981. Periodista paradigmático del mundo anglosajón en el cambio de milenio, escribió en publicaciones como Slate, The Nation, The New York Times Review of Books y Vanity Fair, entre otras. Pasó del trotskismo inglés a ser un intelectual orgánico de la gran coalición que se propuso llevar la democracia a Irak en el 2003. Eran los tiempos de la “guerra contra el terrorismo”, después de los atentados del 11 de septiembre del 2001 y Hitchens tomó posición. Enemigo histórico del realista Henry Kissinger, encontró su idealista “cruzada por la libertad”, su personal “guerra civil española”, inspirado siempre en George Orwell a su modo, camino a Bagdad. Pasó de León Trotsky a George Bush, pero mantuvo una lealtad inamovible con la intensidad.

Hitchens era un aliado táctico de los neoconservadores (neocons) pero manteniéndose, podríamos decir, más bien como un “liberal-hawk” (un halcón liberal-progre). Pero al igual que los neocon, y hasta en sus versiones pampeanas como el caso del brillante Claudio Uriarte, todos partían de un origen trotskista y terminaron, en distinta medida, enemistados con el progresismo mainstream.

Se escribió mucho de los neocon. Una mezcolanza de verdades y semi-verdades. Que se iniciaron como trotskistas que luchaban por un ideal universalista de igualdad: una revolución permanente contra el -totalitario- socialismo burocrático en un solo país de Josef Stalin. También se dijo que en su mayoría eran judíos estudiantes en la City College of New York, la Harvard proletaria de aquellos días, haciendo a veces fantasma anti-semita. Que algunos de ellos fueron alumnos del esotérico Leo Strauss y lectores parciales de Carl Schmitt.

Pero por sobre todo el origen trotskista de muchos de ellos es fundamental para entender sus opciones políticas. Incluso para entender su anticomunismo liberal. El anticomunismo de la izquierda desencantada es diferente al de la derecha tradicional estadounidense. Porque los trotskistas entendían mejor que nadie el cinismo y la brutalidad del régimen estalinista y, como recuerda en un libro sobre el tema el propio Francis Fukuyama, a su vez “eran intolerantes con los progresistas que simpatizaban con el comunismo sin ver los males que representaba”.

Hitchens, dijimos, con todas sus idas y vueltas, se mantuvo como un ateo hasta el final. Si bien ya se había dedicado a demoler a la Madre Teresa de Calcuta, con la intensificación de la conflictividad religiosa, mientras seguía publicando sobre política y cultura, admirando a los kurdos y criticando al Israel, profundizó su foco en lo religioso, mientras descubría que era de origen judío, con una compilación voluminosa sobre pensamiento ateo y con su libro específico sobre el tema. Mofándose del grito “Alá es grande” publico su libro de título Dios no es bueno. La polémica no tardó en llegar. Pero no estaba solo.

Los cuatro Jinetes del Apocalipsis fueron críticos de toda religión, pero en cierto sentido, con el correr del nuevo milenio, tomaron como enemigo principal al islam religioso, pero también al político.

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Los Jinetes del Apocalipsis

En el año 2007 se reunieron, lo hicieron otras veces también, pero esta vez fue la más conocida, en una mesa estos cuatro aliados en su cruzada contra las religiones establecidas. Daniel Dennett, Richard Dawkins, Sam Harris y el propio Christopher Hitchens. Desde perspectivas intelectuales y con trayectorias diferentes, venían a confluir en un mismo objetivo y contra un mismo enemigo. 

Dennett (1942-2024) estudió en Harvard y Oxford y fue uno de los filósofos de la ciencia más importantes del mundo. Autor de, entre muchos otros, un libro extraordinario sobre Darwin (La peligrosa idea de Darwin), cruzó teoría de la evolución y psicología buscando explicar cómo surgen los comportamientos morales sin la necesidad de un Dios. Dice Dennett cosas como que “las religiones han hecho todo lo posible para que sea imposible discrepar sobre ellas”. Y sostiene que, si bien no hay evidencia de la existencia de Dios, piensa que es más productivo e interesante investigar la religión como un fenómeno natural.

Richard Dawkins (1941-) es un biólogo evolutivo y escritor que estudió en Oxford, autor de libros como El gen egoista y El espejismo de Dios. Dawkins busca explicar el universo sin la necesidad de la existencia de Dios. Cree que no hay pruebas de su existencia y que es una explicación pobre y sostiene que la ciencia es quien brinda una explicación más interesante y útil del origen del universo y de la vida. “Quiero vivir en un mundo en el que la gente sea escéptica, piense por sí misma y tenga en cuenta la evidencia”, decía.

Sam Harris (1967-) estudió filosofía y neurociencias en Stanford y en UCLA y es autor de libros como El fin de la fe, Carta a una nación cristiana y Despertar. Para Harris Dios es innecesario, pero defiende una espiritualidad racional no religiosa. “La religión es la única área de nuestro discurso en la que se considera noble pretender estar seguro de cosas de las que ningún ser humano podría estar seguro”, pensaba Harris.

Fueron críticos de toda religión, pero en cierto sentido, con el correr del nuevo milenio, tomaron como enemigo principal al islam religioso, pero también al político. Los cuatro jinetes y sus debates son súper representativos del espíritu de los tiempos de la primera década del tercer milenio. Es, incluso después del “momento posmoderno” y su “fin de los grandes relatos”, el último acto del orgullo ilustrado, secular y universalista. Un momento de intensidad previo al ascenso de lo woke y de la reacción conservadora a todo eso (a lo woke pero también a la guerra en Irak y a la Ilustración secular y universalista). Así pasamos del delirio vanguardista del rediseño de Medio Oriente a la reacción de retaguardia frente al choque de culturas en el corazón de Occidente.

Reformar el islam

A diferencia de los cuatro jinetes del Apocalipsis, todos ingleses o estadounidenses, Salman Rushdie, nacido en la India en una familia musulmana no observante (1947), y Ayaan Hirsi Ali, nacida en una familia musulmana religiosa en Somalia (1969), “conocen al monstruo desde adentro” y “en carne propia”. Si los jinetes comenzaron desafiando al cristianismo occidental y a las iglesias en un principio, y se terminaron topando con el islam político más tardíamente, Rushdie y Hirsi Ali no tuvieron que esperar mucho para el cara a cara con el problema. Ambos vinculados a los jinetes, Rushdie era muy amigo de Hitchens y Hirsi Ali de hecho iba a estar en la reunión apocalíptica de 2007 y finalmente no estuvo, lo de estos dos francotiradores implicó un compromiso existencial que sirvió de testimonio vivo a los otros cuatro.

A diferencia de los cuatro jinetes del Apocalipsis, todos ingleses o estadounidenses, Salman Rushdie, nacido en la India en una familia musulmana no observante (1947), y Ayaan Hirsi Ali, nacida en una familia musulmana religiosa en Somalia (1969), “conocen al monstruo desde adentro” y “en carne propia”.

Rushdie es mundialmente conocido tanto por su obra como por su célebre condena a muerte. La publicación de la novela Los versos satánicos (1988) le valió a Rushdie, por un lado, ser finalista del Premio Booker y el Premio Whitbread de 1988 a mejor novela del año. Sin embargo, en poco tiempo la India prohibió el libro. Siguieron Sudáfrica, Pakistán, Arabia Saudita, Egipto, Somalia, Bangladés, Sudán, Malasia, Indonesia y Qatar. Luego vino la fatwa del Ayatola de Irán, Ruhollah Jomeini, en 1989.

Ahí decía el Ayatola: “Estoy informando a todos los valientes musulmanes del mundo que el autor de 'Versos satánicos', un texto escrito, editado y publicado contra el Islam, el Profeta del Islam y el Corán, junto con todos los editores y editoriales conscientes de su contenido, están condenados a muerte. Hago un llamamiento a todos los musulmanes valientes, dondequiera que se encuentren en el mundo, para que los maten sin demora, para que nadie se atreva a insultar las creencias sagradas de los musulmanes en lo sucesivo. Quien muera por esta causa será mártir, si Dios quiere”. 

Como relata el propio Hitchens en sus memorias, en un capítulo dedicado a Rushdie, su novela fue, pese a los premios y menciones, mal recibida por importantes intelectuales conservadores ingleses, como el gran historiador Hugh Trevor-Roper, así como por religiosos de todas las religiones. Rushdie, dice Hitchens, venía a sacudir el staus quo y a incomodar un poco a todo el mundo. En la izquierda también salieron voces a pasar vergüenza y el caso más paradigmático era, recuerda Hitchens, el de John Berger.

Además, la fatwa generó terror, era la idea, y numerosas librerías en Estados Unidos dejaron de exhibir y vender el libro. Susan Sontag se encargó de ponerse al hombro la situación (luego se sumarían otros como Norman Mailer y Don Delillo) y en un acto público, salió a defender al autor de Los versos satánicos, a denunciar la cobardía de muchos de sus colegas y a atacar al Ayatola. Ahí dijo, entre otras cosas que “un poco de fortaleza cívica es lo que se necesitaba”. Desde el campo político el gran Vaclav Havel, líder de la revolución de terciopelo de Praga y presidente de la República Checa lo recibió, mientras que George Bush (padre) le dio la espalda y después Bill Clinton le tendió una mano a medias para luego en público decir que su encuentro había sino “extraoficial”.

Rushdie siguió su vida en principio semi-clandestina, publicando y participando en la medida de lo posible de la vida pública y la conversación de masas, siendo un ateo militante, hasta que en 2022 un terrorista le arrebató la visión de un ojo y casi lo mata, como relató en su libro Cuchillo.

Hirsi Ali, menos conocida que Rushdie, sin embargo, encarnaba otra vida en fuga hacia la libertad. Nacida y criada entre Somalía, Arabia Saudita, Etiopía y Kenia, a los cinco años, bajo la tutela de su abuela y contra la voluntad de su padre que no estaba de acuerdo con dicha práctica, le fue mutilado su clítoris. Años después, cuando ella se encaminaba a un matrimonio arreglado con un primo en Canadá, aprovechó la escala en Alemania para huir a los Países Bajos donde logró pedir asilo. Trabajó en diversos empleos de mantenimiento y limpieza hasta que pudo comenzar estudios en ciencia política mientras trabajaba como traductora e intérprete para el servicio de inmigración.

Luego de iniciarse en política vía el partido socialdemócrata, del que se iría por su oposición a la línea multiculturalista del partido, sería elegida diputada por el Partido Popular por Libertad y Democracia en 2003. En 2004 sería co-guionista de la película Sumisión de Theo Van Gogh, quien sería asesinado por un terrorista islámico el mismo año, un caso, como es obvio, paradigmático en los Países Bajos. En 2006 Hirsi Ali sería denunciada por supuestas irregularidades en su pedido de asilo, por lo cual terminó renunciando y exiliándose en los Estados Unidos donde contrajo matrimonio con el historiador británico Niall Ferguson, publicaría su polémico Reformar el islam, y desde donde sería una representante del ateísmo militante, aliada y amiga de los Jinetes del Apocalipsis. 

Ser ateos hoy

Hitchens y Dennett no están más. Pero Rushdie y Hirsi Ali, Harris y Dawkins, siguen participando del debate público con intensidad, en un momento bien distinto al de hace veinte años. La era marcada por los neocon y la guerra contra el terrorismo llegó a su fin. En 2008 la crisis económica global comenzó a marcar el fin de una era económica y en 2016 esa mutación estructural, para decirlo en marxista, llegó a la superestructura. El Brexit, Donald Trump, luego la pandemia, la guerra en Ucrania y una vez más Donald Trump marcaron el principio de otro tiempo. Rushdie, como dijimos más arriba, sufrió un atentado en 2022. Hirsi Ali, curiosamente, se convirtió al cristianismo en 2023. 

En su declaración pública de su conversión del ateísmo, viniendo del islam, al cristianismo, Hirsi Ali dijo que “parte de la respuesta es global. La civilización occidental está amenazada por tres fuerzas diferentes pero relacionadas: el resurgimiento del autoritarismo y el expansionismo de las grandes potencias en las formas del Partido Comunista Chino y la Rusia de Vladimir Putin; el auge del islamismo global, que amenaza con movilizar a una gran población contra Occidente; y la propagación viral de la ideología woke, que está comiendo la fibra moral de la próxima generación”.

Harris, por su parte, mantiene sus ideas centrales contra toda religión, pero algo cambió para él después del 7 de octubre del 2023 en Israel. Si bien siempre sostuvo que había una diferencia de grado en la problematicidad de las religiones, se preguntaba en su momento: “¿son los amish igual de problemáticos que los talibán? No”. Sin embargo, los atentados terroristas de Hamas hicieron que muchos judíos del mundo tomaran conciencia existencial de su situación en tanto judíos, cerrando un ciclo de relativa seguridad iniciado en la posguerra en 1945. Este fin del mundo de la posguerra que hoy parece estar puesto en cuestión desde múltiples frentes, impacta en las conciencias de una forma que todavía es imposible medir del todo.

Pasamos del delirio vanguardista para del rediseño de Medio Oriente a la reacción de retaguardia frente al choque de culturas en el corazón de Occidente.

Dawkins, también mantiene su ateísmo. Pero como ha dicho numerosas veces, siente que no le da igual una religión u otra. La proliferación de mezquitas cada vez más llenas y el vaciamiento de las iglesias le parece un problema ya no filosófico sino político y cultural. Dawkins parece redescubrir la cultura occidental de otro modo, al igual que Harris y Hirsi Ali. 

La era de los llamados nuevos ateos llegó a su fin hace tiempo. Vivimos un tiempo más oscuro y menos optimista. Entre los veteranos del nuevo ateísmo hay posiciones comunes y desencuentros. Un punto de encuentro: todos son críticos del partido demócrata y su deriva woke. Además, Rushdie, Harris y Dawkins son críticos sin concesiones del actual presidente. Rushdie sostuvo que su triunfo es un error. Harris dijo cosas como que “es uno de los mentirosos más prolíficos que ha producido nuestra especie”. Y Dawkins que es "un chiste enfermizo, no calificado, narcisista y misógino". Hirsi Ali sí apoyó públicamente la candidatura de Trump.

Pasamos de la esperanza en la expansión de la democracia en Medio Oriente, vía Regime-Building, a una posición pesimista de la propia ciudadela occidental. Contra el islamismo interno y la neoreacción contemporánea. Una doble pinza difícil de sortear. En su momento de auge los nuevos ateos luchaban principalmente contra un cristianismo debilitado interno y contra una amenaza islámica externa. Pero hoy el tiempo está fuera de quicio y los viejos ateos descubren que incluso ellos, escépticos frente a Dios y sostenidos por la ciencia moderna, son también hijos de una cultura deudora de todo lo que nos trajo hasta acá.

Los hegelianos suelen bromear con que solo un cristiano llega a ser verdaderamente ateo. Porque es el proceso histórico judeocristiano de siglos el que nos explica a nosotros como modernos. La cultura occidental es un fenómeno judeocristiano secularizado. Hay una matriz cultural y un hilo conductor que acompaña la historia de Occidente. Por eso la broma hegeliana se puede invertir: todo ateo (moderno) es también en el fondo un (judeo) cristiano. A fin de cuentas, como dice Pier Paolo Pasolini: "más moderno que cualquier moderno, soy una fuerza del pasado".

 Todo ateo (moderno) es también en el fondo un (judeo) cristiano. A fin de cuentas, como dice Pier Paolo Pasolini: "más moderno que cualquier moderno, soy una fuerza del pasado".