La fe judía en los ángeles

Los ángeles son personajes fundamentales tanto para el judaísmo como para el cristianismo y el islam. En este artículo, Emmanuel Taub, especialista en teología judía, explora y baja a tierra el lugar de los angeles y su relación con la fe (y su prohibición) desde el judaísmo. De los ángeles más conocidos de la Biblia a Metatrón. De los textos más tradicionales a Maimónides pasando por la mística.

por Emmanuel Taub

El ángel y el judaísmo: una introducción

La figura de los ángeles está presente en la tradición bíblica judía, como también –y fundamentalmente– en los textos que han quedado fuera del canon bíblico, y también en la literatura judía mística. Sin embargo, los ángeles juegan un importante papel en la Biblia judía, a pesar de los diversos intentos de las diferentes y variadas interpretaciones judaicas de racionalización y, en especial, prohibición de que se genere alguna forma de fe sobre ellos; un ejemplo central de esto último fue realizado por parte de Maimónides (1138-1204), el gran filósofo racionalista judío, así como por otros intérpretes rabínicos o filosóficos de la tradición hebraica.

Los ángeles interactúan en la Biblia judía directamente con los hijos de Israel [bnei Israel] así como con el pueblo desde el relato de los patriarcas hasta la llegada a la tierra prometida. Para el judaísmo existe una relación activa entre el reino celestial, como morada de Dios, y el reino terrenal, en el que aparecen representados no sólo los hombres, sino también los animales y el mundo-naturaleza. En esta relación activa, los ángeles son personajes fundamentales para la comunicación intergaláctica: de ahí que la palabra en hebreo para ángel [malaj] signifique mensajero.

Los ángeles bíblicos

El texto bíblico revelado tiene una variedad de ángeles que muy difícilmente se tienen en consideración en las interpretaciones bíblicas. Ángeles que realizan desde el cumplimiento de una tarea de seguridad hasta el, tal vez más recordado ángel de la muerte que atraviesa las casas egipcias. Todos ellos cumplen una tarea de comunicación entre Dios y el ser humano. En lo que respecta específicamente en el texto de la Torá, el Pentateuco, estos ángeles no exponen sus nombres sino que su nombre es su tarea, por lo que fue enviado.

Este elemento es sumamente importante porque impedirá, como más adelante veremos, que se genere algún tipo de fe o veneración sobre estos ángeles que representan sus funciones en el momento en que Dios se revela, construye una generación la que después destruye con el diluvio y finalmente pacta a través de los Patriarcas y del primer y gran profeta Moisés la elección de un pueblo, los hijos de Israel. Este elemento debe quedar bien clarificado: los ángeles que aparecen el lo que llamamos Torá o Pentateuco son, para el judaísmo, el texto revelado por Dios a su profeta Moisés y por ello, a diferencia de los ángeles con nombre, funciones y mensajes que aparecerán en los textos intertestamentarios, lo que se busca puntualmente es no confundir a los ángeles del texto revelado con deidades o íconos sagrados sobre los que sostener la fe.

A riesgo de simplificar pero con el ánimo de sintetizar proponemos aquí una pequeña selección angeológica del texto bíblico:

I. Los primeros ángeles en aparecer en la Biblia judía, en el Libro de Génesis, son los enviados luego de la expulsión de Adán y Eva del Huerto del Edén. Para que ningún ser humano pueda entrar y comer del Árbol de la Vida, Dios coloca “a los querubines con el filo de la espada blandiente, para proteger el camino” de regreso al Paraíso.

II. En el libro de Génesis 6:1-7 en donde se hace referencia a los seres angelicales como aquellos que descienden a la tierra y fecundan a sus mujeres dando luz a los Gigantes o Nefilim [caídos]. Estos ángeles caídos (que luego serán descritos por la mística de la Cábala como el ángel Samael y sus huestes) bajan a la tierra a transmitir secretos divinos a la civilización pre-diluviana y terminan fecundando a las mujeres de los hombres. Como dice el texto: “Los Nefilim se hallaban entonces en la Tierra y también después, cuando los hijos de Dios se aparearon con las hijas del hombre, las que les procrearon hijos.”

III. Quizá un ángel de los más conocidos es el que aparece antes de que el patriarca Abraham sacrifique a su hijo Isaac, en el pasaje conocido como “sacrificio de Isaac” o “atadura de Isaac”. Como dice texto: “Abraham extendió su mano y tomó el cuchillo para sacrificar a su hijo. Entonces el ángel de Dios lo llamó desde el cielo; le dijo: ¡Abraham, Abraham! Y el respondió ¡Aquí estoy!. Le dijo el ángel: no extiendas tu mano sobre el muchacho ni le hagas nada; pues ahora sé que eres temeroso de Dios”.

IV. En cuarto lugar y al igual que los ángeles caídos, lo que encontramos no es un ángel particular, sino a los ángeles cumpliendo su función de comunicación de mensajes desde la tierra al cielo y viceversa. Para ello tenemos que recordar el sueño del patriarca Jacob (Génesis 28:11-19) en donde observa en sueños una escalera que une la tierra con el cielo por donde los ángeles de Dios subían y bajaban conectando ambas instancias, mientras que Dios mismo se hallaba en la cima y se le presentaba revelándole la tierra de sus padres que tenía por heredad. Podemos ver aquí la conexión entre el sueño y la epifanía como forma de recibir la revelación divina, pero además, se explicita el tránsito entre lo terrenal y lo celestial al cual están llamados los ángeles, para actuar como transmisores y ordenadores de ambas dimensiones espaciales en el sentido de un puente.

V. El ángel destructor: se encuentra en el libro de Éxodo y se considera que este ángel fue el encargado de llevar a la tierra la décima plaga, la muerte de los primogénitos, luego que paró, el Faraón, se había negado a liberar a los hijos de Israel a pesar de las nueve plagas anteriores. Dios mismo envía a este ángel que arrasará con los primeros hijos de toda familia que no haya pintado los dinteles de su casas con sangre de cordero.

VI.  En el Libro del Éxodo (23:20-23), luego de la entrega de los Mandamientos a Moisés en el Monte Sinaí, y en el contexto en el que se otorgan las ordenanzas relativas a la administración de justicia, Dios señala cuál será el camino que recorrerá el pueblo para llegar al lugar que ha preparado para los hijos de Israel. Para ello envía un ángel que lleva Su nombre y al que deben hacerle caso y no rebelarse contra él, ya que sino no los guiará ni protegerá de los pueblos idólatras que cruzarán en su recorrido. Este ángel se caracteriza por ser un guía para el pueblo y permanecer siempre con ellos hasta cumplir con el objetivo que le fue dado por Dios.

VII. Es muy interesante, y nos permite comprender la imposibilidad de la Fe y la adoración de los ángeles, un hecho particular que ocurre en el desierto cuando Dios manda a construir el Tabernáculo en donde habitará Su presencia divina y las Tablas de los Diez Mandamientos. Allí se dice (Éxodo 25:19-20): “Haz un querubín en un extremo, sobre uno de los lados, y el otro querubín en el otro extremo […] Los querubines deberán estar con las alas extendidas hacia arriba”. ¿Qué es lo interesante y relevante de estos dos ángeles que rodean el Tabernáculo de Dios? Primero, que por primera vez se muestra que los constructores saben cómo hacer un ángel y, segundo, que se da también por vez primera la idea de que los ángeles tienen alas y, en este caso particular, abiertas hacia arriba cubriendo el Tabernáculo. Estos elementos son fundamentales para la desacralización de los ángeles ya que si el pueblo es iconoclasta y los ángeles tienen forma entonces no se pueden adorar ya que como todo elemento de adoración y fe que no sea Dios, los ángeles también están cosificados en forma y cuerpo.

VIII. Aunque no pertenezca a los ángeles del Pentateuco ni de los nombrados con el genérico de ángeles en los Salmos, es importante que en la tercera parte de la Biblia judía, en el Libro de Job, aparece por primera vez Samael, o Satán, el gran ángel caído que ha dejado el mundo divino para habitar en la tierra el mundo de la oscuridad. Un ejemplo de esto lo vemos en Job (1:8), cuando dice: “Entonces Dios preguntó a Satán: ¿has puesto el ojo en Job, mi siervo? Ciertamente no hay otro como él en la tierra: hombre justo y honrado”.

IX. Por último, en este glosario me gustaría agregar el papel de un ángel que, aunque no aparezca en la Biblia judía sino en los textos místicos judíos, tiene una gran influencia en los eventos bíblicos. Hago referencia al ángel Raziel al que se considera con un rol revolucionario ya que le habría dictado los secretos divinos y misterios a Adán en lo que luego se conocerá en la mística como el Sefer Raziel o Libro del Ángel Raziel. Y la importancia de este libro se debe, además de a sus conjuros y secretos para hacer que los ángeles cumplan determinadas funciones ordenadas por los hombres, que el libro fue transmitido de Adán a Noé, y por ello poseía los conocimientos para construir el Arca encargado por Dios; y de Noé a Bezalel, principal artesano en la construcción del Tabernáculo, que también poseía esos saberes por haber conocido el libro de Raziel.

Para el judaísmo existe una relación activa entre el reino celestial, como morada de Dios, y el reino terrenal. Aquí los ángeles son personajes fundamentales para la comunicación intergaláctica: de ahí que la palabra en hebreo para ángel [malaj] signifique mensajero.

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La recodificación racional y prohibición de la Fe por Maimónides sobre la angeología judía.

En el Mishné Torá, o el Código de Maimónides, aparece desarrollada una caracterización de manera estructurada de la angeología. Allí Maimónides ubica la figura del ángel en torno a las reglas que permiten entender las obras de Dios, “el soberano artífice”, que sirven para comprender los principios para amarlo, o sea, para conocer o “saber de Dios”. Maimónides explica que hay tres géneros que se encierran en el mundo: en primer lugar, las criaturas de materia y forma que “continuamente se engendran y corrompen; como lo son el hombre y los animales irracionales, plantas y minerales”. En segundo lugar, aquellas criaturas que siendo seres de materia y forma no se transforman como las primeras, ni tampoco mueven su materia.

Con ello se refiere a “los cuerpos celestes y sus estrellas fijas y erráticas”. Finalmente, el tercer grupo lo constituyen aquellas criaturas inmateriales, los ángeles, “que no tienen cuerpo, ni son de materia, pero tienen puro entendimiento y están separados unos de otros”. Es importante señalar que, a pesar de caracterizarlos por su incorporeidad, Maimónides explica que fue a través de la visión profética que a los ángeles se los “muestra con alas, y que son fuego”, lo que en realidad debe significar que “no son cuerpo, ni tienen densidad ni peso como los cuerpos”. […] que hace sus ángeles viento”.

Luego de este análisis, el gran filósofo despliega un pasaje clave para entender sus propósitos, ya que explica que los ángeles no tienen entre ellos la misma jerarquía, sino que por el contrario hay ángeles superiores e inferiores. Para Maimónides esta jerarquía, o burocracia angelical, depende de la virtud e influencia de uno sobre los otros. En este sentido, Maimónides deja de lado como tema de análisis el problema de la posibilidad de que existan ángeles que se opongan a las decisiones divinas. La jerarquía y racionalización burocrática sobre los ángeles del cordobés está caracterizada como una escalera en la que uno está sentado un ángel sobre otro, una escalera que, al igual que la metáfora del sueño de Jacob, en donde los ángeles que están más abajo se hallan más cerca de la tierra y el hombre mientras que a medida que se sube en esta escalera más cercanos están a Dios.

Cada ángel lleva el nombre según sus “diferentes dignidades, y existencias”: “1. Hayot a Kodes, animales santos, que es la clase más eminente; 2. Ofanim; 3. Arelim; 4. Hasmalinm; 5. Serafim; 6. Malahim; 7. Elohim; 8. Bene Elohim; 9. Herubim; 10. Ischim”. Como continúa Maimónides en su caracterización sobre estos ángeles, “a ellos solamente excede el Soberano Creador, y por eso dice el Profeta, que estos estaban debajo del glorioso Trono del Señor”.

Todas estas sustancias y clases de ángeles son tanto vivientes como inteligentes pero cada uno según su grado y calidad conocen o están más cerca de Dios. No todos los ángeles se relacionan de igual manera con Dios ni todos cumplen la misma función. La construcción angelical contiene una jerarquía burocrática en virtud a la propia capacidad y función de cada ángel. Y, además, más allá de sus capacidades, ninguno conoce la esencia divina del creador. Esta es una característica fundamental ya que para Maimónides no existe ningún ángel que ponga en juego la soberanía divina ni que pueda adorarse, la fe en los ángeles está prohibida. Es por ello que podemos observamos, y aventurar aquí como hipótesis, que la construcción de su pensamiento racional y ordenador en la cuestión de los ángeles y la angeología se erige frente a las tradiciones místicas en la que los ángeles van adquiriendo forma, función y nombre. 

Maimónides en su Guía de perplejos, explica que Dios es la Idea pero no el Acto, para volverse Acto necesita la acción de los ángeles que son el acto y acción de la Idea, porque sobre ellos está puesto el Nombre de Dios. Su Nombre se transforma entonces en el dispositivo soberano que inviste de autoridad sus acciones. Esto es sumamente importante porque desde la perspectiva de Maimónides podemos sugerir que los ángeles –como “inteligencias separadas”– son aquellos que ejecutan los dispositivos de Dios sobre la tierra y sobre los hombres, convirtiéndose en “mensajeros ejecutantes del gobierno divino”.

Pero, como bien lo resalta Maimónides, a pesar del poder conferido como “mensajeros ejecutantes” éstos no pueden ser por ello adorados: los ángeles constituyen el cuadro administrativo del gobierno de Dios del mundo y de todas las esferas celestes como aquellos que ejecutan las políticas de Dios. Los ángeles administran el gobierno de Dios ejecutando sus políticas en la tierra y hacia los hombres, pero para Maimónides no por ellos cuentan con el poder soberano divino (es importante dar nota de que existen ángeles caídos rebelados a Dios que actúan en su contra para que Dios y el ser humano no puedan alcanzar el tiempo mesiánico y la paz universal en la tierra). En la estructura angeológica de Maimónides el poder soberano siempre es de Dios, Uno y Único.

Al racionalizar este orden sobre el problema de los ángeles, Maimónides busca constantemente dejar en claro que estos no detentan libremente de la soberanía divina aunque éstos pueden fallar o rebelarse y por ello mismo existe la posibilidad de su castigo o expulsión. Los ángeles responden a Dios y no pueden ser adorados, pero al mismo tiempo tampoco conocen la esencia de Dios ni Su Nombre. Para Maimónides los ángeles son los administradores del mundo de los cielos y del mundo de los hombres. Podemos decir que es imprescindible la necesidad gubernamental de los ángeles para mantener y administrar el orden tanto en la tierra como en los cielos: el ángel conecta la divinidad de Dios con el mundo en su tarea de mensajero.

Partiendo desde la experiencia mística el papel de los ángeles se ha vuelto central en los distintos y variados tratados que nos han dejados las diferentes corrientes y escuelas. Los ángeles, al igual que en el texto bíblico, interactúan con Dios y con los hombres

Metatrón y la mística angelológica

Partiendo desde la experiencia mística el papel de los ángeles se ha vuelto central en los distintos y variados tratados que nos han dejados las diferentes corrientes y escuelas. Los ángeles, al igual que en el texto bíblico, interactúan con Dios y con los hombres; a pesar de ello, en los textos intertestamentarios y apócrifos se profundizarán sus funciones, como también los grados de incidencia de sus acciones y hasta los peligros en su capacidad de revelar los secretos divinos. Es así que la relación entre la potencia angelical y el texto bíblico en sus dimensiones extáticas y mágicas han marcado el curso de la práctica mística.

Ahora bien, el misterio de Metatrón se vincula con el personaje bíblico Henoc (Enoc o Janoj) quien tras una vida piadosa, fue elevado, según la leyenda al rango de primer ángel y sar ha-panim (literalmente, ‘príncipe del rostro divino o de la divina presencia’); y este hecho cósmico revolucionario parte de un pequeño fragmento bíblico en el que dice: “Henoc [Janój] caminó en compañía de Dios [Elohím] y después desapareció, porque Dios [Elohím] se lo llevó” (Génesis 5:24). 

Lo interesante aquí es su transformación en el Gran Ángel y su rol en la burocracia divina, y por ello se hace necesario que veamos un pasaje de la descripción que se hace en el Libro hebreo de Henoc (también citado como Libro tercero de Enoc), sobre la función particular que Metatrón tiene, el lugar que ocupa junto a Dios, y el problema que esto acarrea sobre la conceptualización de la soberanía divina.

Dice el texro: “Dijo R. Ishmael: Pregunté a Metatrón: / –¿Por qué eres llamado con el nombre de tu creador, (por qué) con setenta nombres? Y siendo tú, el más grande de todos los príncipes, el más elevado de todos los ángeles, el más amado entre los siervos, el más honorable entre los ejércitos y el más excelso de todos los poderosos en cuando a la realeza, magnificencia y gloria, ¿por qué te llaman ‘joven’ en los altos cielos? / Respondió diciéndome: / –Porque soy Henoc ben Yared. […] el Santo, bendito sea, me sacó de entre ellos [de la generación del diluvio] para que sirviera de testigo […] Por esta razón el Santo, bendito sea, me hizo ascender a los altos cielos mientras ellos aún vivían, y ante sus propios ojos, para que sirviera de testigo contra ellos en el mundo futuro, y me nombró príncipe y soberano entre los ángeles servidores.

Entonces se presentaron tres de los ángeles servidores, Uzzuah, Azzah y Azzael, y expusieron cargos contra mí en los altos cielos:  / –¿Acaso los más antiguos no manifestaron convenientemente ante ti: ‘no crees al hombre aún’? / Contestó el Santo, bendito sea, diciéndoles: / –‘Yo lo he hecho y lo seguiré llevando, lo sostendré y liberaré’ (Is 46:4). / Tan pronto como me vieron, dijeron ante él: / –¡Señor del universo!, ¿cuál es la condición de éste que ha subido hasta lo más alto? […] / De nuevo el Santo, bendito sea, replicó diciéndoles: /–Y ¿cuál es vuestra condición para que entréis a hablar conmigo? Yo me complazco en éste más que en vosotros, de modo que será príncipe y jefe sobre vosotros en los altos cielos.” (Capítulo IV).

Entre tantos ejemplos que podemos citar, éste es importante porque nos enseña cómo Henoc es llevado por Dios para ser testigo frente al hombre y sobre el hombre, las generaciones del diluvio, en el presente y en el futuro. Esta función de testimonio además contienen otro elemento fundamental y es que para hacerlo Dios lo nombra –¿lo unge?– como príncipe y soberano por sobre las criaturas angelicales. O sea, está por debajo de Dios –o a su derecha– y por arriba de los ángeles en la burocracias y la administración divina. Pero por otro lado, este ascenso, como aquí aparece, genera en un primer momento el temor y la protesta de los ángeles, por tratarse de un hombre, por el cómo de su ascenso hasta al lado de Dios y por ser parte de la generación de aquellos que habían pecado.

Entonces Dios impone su soberanía ante los ángeles dándoles a entender que Henoc está por sobre de ellos, pero también nos abre la posibilidad de comprender que en esta transformación (o transmutación), del Henoc en Metatrón, quedando éste como “príncipe y jefe” de los ángeles en los altos cielos, constituye su particularidad y su poder: este hombre-ángel (hombre devenido ángel) es ahora quien constituye la unio mystica entre Dios, el hombre y el ángel, entre el saber del bien y del mal, el conocimiento, y la eternidad del ángel, como también entre la capacidad de administrar y gobernar el cielo y la tierra, y tener un poder de decisión sobre esa forma de gobierno.

El rol de los ángeles se presenta, dentro de la teología política judía, como un problema de la soberanía divina en cuanto a la representación directa o indirecta del poder soberano de Dios y a la capacidad de aplicación de ese poder soberano sobre la tierra.

La fe prohibida

El rol de los ángeles se presenta, dentro de la teología política judía, como un problema de la soberanía divina en cuanto a la representación directa o indirecta del poder soberano de Dios y a la capacidad de aplicación de ese poder soberano sobre la tierra, pero también sobre las derivas políticas que ello tiene y que permiten comprender el rol de la ley y la relación entre Dios y el hombre en la búsqueda de divinización del mundo.

La visión de Maimónides sobre la cuestión de los ángeles se enfrenta a las visiones místicas y a la figura fundamental de Metatron, y representa a más de una tradición interpretativa constituyente del judaísmo, ya sea esta rabínica o filosófica racionalista. Estas visiones no son inocentes ni causales, sino que su objetivo es el intento de neutralizar, desacralizar y evitar posibles tipos de fe que no estén centradas en Dios Uno y Único.

Por ello, cualquier lectura que ponga en duda la centralidad en la creencia en Dios debe ser corrida y ocultada. Finalmente, podríamos señalar que la gran tensión que se despliega en el problema de la angelología judía es la manera en que es ella vista:  desde una lectura conservadora en la que los ángeles son meros mensajeros y ejecutantes de los designios divinos o, por otro lado, como peligrosas lecturas e interpretaciones del misticismo judío en la que los ángeles se exceden con sus acciones, por ejemplo con Samael o Metatron, en la soberanía de Dios en el mundo y en el universo.

Desde una lectura conservadora en la que los ángeles son meros mensajeros y ejecutantes de los designios divinos o, por otro lado, como peligrosas lecturas e interpretaciones del misticismo judío en la que los ángeles se exceden con sus acciones, por ejemplo con Samael o Metatron, en la soberanía de Dios en el mundo y en el universo.