¿Sueñan los tecno bros con democracias eléctricas?
Los tecno bros, como los denominan desde el bando MAGA del trumpismo, piensan el futuro. Gente como Peter Thiel (PayPal, Facebool, Palantir), Balaji Srinivasan (Coinbase), Marc Andreessen (a16z), Patri Friedman (Seasteding) y Curtis Yarvin (Urbit) tienen su propio diagnóstico y también sus soluciones. Pasen y lean.
por Tomás Borovinsky
Silicon Valley ya no es lo que era. En los últimos años, la industria tecnológica ha ido abandonando poco a poco esa visión idealista, casi hippie y contracultural, que muchos abrazaron entre finales del siglo XX y principios del XXI. Según relata Max Chafkin en The Contrarian, la biografía no autorizada de Peter Thiel, aún en 2016 Barack Obama podía expresar su deseo de mudarse a California tras dejar la presidencia para convertirse en emprendedor tecnológico.
Aquel era un momento en que Silicon Valley y las empresas tecnológicas californianas aún irradiaban un aura “luminosa”, antes de sumirse en una fase más “oscura”. Sin embargo, algo empezó a notarse ese año, y se fue haciendo más evidente la migración hacia otros destinos, como Texas. Así, figuras como Mark Zuckerberg, con su buzo y ojotas, y Facebook, con el impulso de “conectar a la gente”, emblemas del big tech, cedieron protagonismo a Peter Thiel, quien en realidad fue clave para el surgimiento de Facebook. De manera similar, la imagen de Jeff Bezos “rescatando” The Washington Post dio paso a Elon Musk, antiguo socio de Thiel en PayPal, tomando el control de Twitter de forma disruptiva. Luego Bezos mismo, a la larga, en 2024, intervendría su diario forzando a ese medio a no hacer el que sería su endorsement natural a la candiadtura de Kamala Harris contra Donald Trump.
Silicon Valley ya no es lo que era. En los últimos años, la industria tecnológica ha ido abandonando poco a poco esa visión idealista, casi hippie y contracultural, que muchos abrazaron entre finales del siglo XX y principios del XXI.

Thiel, además de empresario que apuesta por nuevas empresas tecnológicas y financieras (PayPal, Facebook, Palantir, etc), es un acelerador de nuevos referentes culturales. Un empresario, filósofo sofisticado y mecenas que financia a jóvenes dropers para que las mentes más brillantes dejen la universidad (a la que considera una burbuja) y emprendan. También financia las artes en el marco de una gran “guerra cultural” contra la cultura progresista y woke y hace lo propio con nuevos liderazgos emergentes como el actual vicepresidente JD Vance (a quien orientó políticamente hacia Trump y religiosamente camino al catolicismo).
Además, apoyó a Trump financieramente e hizo un encendido discurso en la convención republicana del 2016 diciendo que estaba “orgulloso de ser gay, republicano y estadounidense” y fue parte clave del equipo de transición de la llegada al poder de su candidato a la Casa Blanca. El fundador de Palantir es un nudo de una red que conecta empresarios, pensadores, líderes e innovaciones tecnológicas fundamentales. Pero Thiel, quien dijo alguna vez que “no creo que la libertad y la democracia sean compatibles”, no está solo. Balaji Srinivasan y Marc Andreessen, Patri Friedman y Curtis Yarvin son algunos de los nombres que son parte de esta red.
De distinto modo este tipo de actores que son también pensadores que intervienen en la esfera pública tienen un diagnóstico crítico de la democracia contemporánea. Recuperando explícitamente a Albert O. Hirschman proponen su solución a la crisis de la democracia. Hirschman desarrolla en Exit, Voice, and Loyalty: Responses to Decline in Firms, Organizations, and States (1970) una teoría de cómo los individuos responden al declive las organizaciones sean estas empresas o estados. En resumidas cuentas, la Lealtad (Loyalty) consiste en permanecer en la organización a pesar de la insatisfacción. La Voz (Voice) implica expresar la insatisfacción buscando cambios dentro de la organización misma. Y la Salida (Exit) implica abandonar la empresa que genera intatisfacción. Como veremos a continuación, estos referentes optan todos por la Salida de la organización, que en este caso es la democracia liberal que conocemos. Pero entonces, ¿con qué sueñan exactamente los tecno bros?
California Forever
California tampoco es lo que era y San Francisco vive su momento zombieland. Por muchos años era un lugar común los sintecho poblando el espacio público pero en los últimos años, “Frisco”, se convirtió en una tierra de yonquis gracias al abuso del fentanilo. Las imágenes de hombres y mujeres paralizados como estatuas en pleno trance circularon tanto como las carpas en las que muchos viven y consumen. El abuso de fentanilo contribuyó a la creación de mercados de drogas al aire libre de facto, especialmente en el distrito de Tenderloin, exacerbando la crisis de personas sin hogar y la percepción de inseguridad. Todo esto se da en el marco de un éxodo de empresas tecnológicas de California a Texas y de emprendedores a Florida. Más allá de las particularidades de San Francisco, California no es el único caso.
Hay un éxodo de profesionales de estados mal gobernados por el partido demócrata lo que podría impactar en los números de esos estados en el colegio electoral, dificultando el camino de los demócratas a la Casa Blanca todavía más. Una ironía si uno recuerda que hace dos décadas gente como John B. Judis y Ruy Teixeira sostenían en The Emerging Democratic Majority (2002) que había tendencias demográficas en Estados Unidos que favorecían al Partido Demócrata a largo plazo. Esto se debía al crecimiento de grupos que históricamente apoyaban a los demócratas, como minorías étnicas, jóvenes y mujeres urbanas con educación universitaria completa. Pero la realidad fue más compleja.
Siempre se puede estar un poco peor y pese a aquel, no menor, detalle demográfico, desde el mundo tecnológico hay quienes no quieren bajar los brazos y entregarles a los demócratas estados como California o más específicamente ciudades como San Francisco. Por eso el emprendedor tech Balaji Srinivasan propuso una purga tribal urbana que consistiría en conquistar o reconquistar territorios habitados por demócratas-progresistas.
Balaji, autor de The Network State: How to Start a New Country, quien se hace llamar por su nombre de pila, sueña con una “startup society” con territorio propio que pueda prescindir del del Estado tradicional, plantenado una disrupción radical, buscando adaptarlo al mundo digital, descentralizado y globalizado. El MIT Technology Review nombró a Balaji en su lista de "Innovadores menores de 35" en 2013 y en 2018, Fortune, lo ubicó en el puesto 26 en su lista de líderes menores de 40.
Como explica el propio Balaji: “un estado en red es una red social con un líder acordado, una criptomoneda integrada, un propósito definido, un sentido de conciencia nacional y un plan para financiar colectivamente un territorio”.
Como explica el propio Balaji: “un estado en red es una red social con un líder acordado, una criptomoneda integrada, un propósito definido, un sentido de conciencia nacional y un plan para financiar colectivamente un territorio”.
Balaji propone en un proyecto netamente segregacionista que propone dividir a los ciudadanos en colores: Grises (amigos de lo tech) y Azules (progresistas). Lo que busca el proyecto es excluir o desplazar a los Azules, construir infraestructura, seguridad y normas propias y recompensar a la policía que coopere (con eventos, ascensos, redes de apoyo, etc). Incluso ir comprando las propiedades de los Azules para datárselas a los Grises.
El proyecto propone una identidad visual donde los Grises usarían camisetas grises, credenciales e insignias visibles. Habría señales como el "nod" entre miembros (una reverencia tácita) y una zonificación informal, es decir, áreas donde solo se permite circular o residir si eres Gris. También se festejaría la marcha del Orgullo Gris (Gray Pride), entre otras cosas.
Otro proyecto que ha sido también estudiado por gente como Gil Duran es el denominado “California Forever”. Se trata de un proyecto/compañía privada fundada en 2017 por Jan Sramek, con su subsidiaria Flannery Associates, encargada de comprar más de 20.000 hectáreas de tierras agrícolas en el condado de Solano, para construir una nueva ciudad para hasta 400.000 habitantes. Estos son proyectos que se desprenden del libro The Network State, que viene con una recomendación de Marc Andreessen que dicta “Balaji tiene la mayor tasa de producción por minuto de buenas ideas nuevas que jamás haya conocido”.
Mientras Balaji Srinivasan vive en Singapur, Marc Andreessen fue parte de los emprendedores de pasado demócrata que se acercó a Donald Trump en 2024. Mientras que el autor de The Network State ya había sido tanteado en 2017 para asumir un cargo en el primer gobierno de Trump, Andreessen recién sumó apoyo para el segundo mandato, cuando, según dijo, desde el gobierno de Joe Biden le transmitieron que el desarrollo de la IA era considerado de importancia como el Proyecto Manhattan de la Segunda Guerra Mundial y que por eso mismo iba a tener un desarrollo más centralizado que lo que un empresario libertario esperaría.
Andreessen es un autopercibido “tecnoptimista” muy interesante que tiene vínculos con Balaji, Thiel y con Yarvin. Marc Andreessen es cofundador y socio general de la firma de capital de riesgo Andreessen Horowitz (a16z), una de las principales plataformas de inversión en innovación tecnológica. Balaji Srinivasan se desempeñó como socio general de dicha firma entre 2013 y 2015, y posteriormente formó parte de su junta directiva hasta 2018 (cuando se desvinculó de a16z para asumir el cargo de CTO en Coinbase), con un enfoque en áreas como biotecnología, cadenas de bloques y criptomonedas. Aunque Peter Thiel no ha sido socio de a16z, mantiene vínculos estrechos con Andreessen, tanto personales como profesionales. Ambos han colaborado en diversas iniciativas del ecosistema de Silicon Valley, comparten una orientación ideológica favorable al tecnolibertarismo, y han cofinanciado proyectos emergentes como Praxis, una start-up que promueve el modelo de los "network states", en línea con las ideas desarrolladas por Srinivasan.
Tanto Andreessen como Thiel tienen vínculo personal con Yarvin y de hecho la propia plataforma Urbit, creada por Yarvin en su borgeana empresa llamada Tlon, contó con la participación de la firma Andreessen Horowitz que, junto a Founders Fund de Thiel, hicieron una inversión semilla de US $1,1 millones en 2013.
CEO-Rey
Curtis Yarvin, dijimos más de una vez y en más de un lugar, llegó al mainstream y con él entraron de contrabando toda una serie de autores que cita y otros que no. ¿Quién era Yarvin? Como lo caracterizó el perfil que hizo de él Ava Kofman en el muy progresista y mainstream The New Yorker: “el ingeniero del código fuente intelectual para la segunda Administración Trump”. Y es uno de los pensadores más influyentes del presente, defensor de un concepto contemporáneo de monarquía frente a la democracia social.
Ya en su momento desarrollamos algo del pensamiento de Yarvin, pero el público se renueva. ¿De dónde salió Curtis Yarvin? Un hijo de la élite progresista e ingeniero informático brillante. Infancia progresista, juventud libertaria y adultez reaccionaria. Lecturas que fueron de Murray Rothbard y Von Misses a Hans Hermann Hoppe y Thomas Carlyle. Todo este cóctel en el marco del fracaso de la galaxia neoconservadora que desató la Guerra de Irak y reventó la economía. En este marco se propuso armar su blog llamado Unqualified Reservations y comenzar a postear bajó el nombre de guerra Mencius Moldbug. Ahí desarrolló diversas teorías y esquemas de pensamiento claves para el presente como el de “píldora roja” y “La Catedral”.
Curtis Yarvin, de la mano de Hans-Hermann Hoppe, critica la democracia desde una perspectiva neorreaccionaria, proponiendo una monarquía moderna como alternativa. Hoppe argumentaba que la democracia fomenta la degeneración moral, social y cultural, señalando males como el aumento de divorcios, criminalidad y desintegración familiar. En contraste, defiende la monarquía como un sistema que protege el "Estado de derecho" y promueve la responsabilidad fiscal, ya que el monarca, al gestionar un patrimonio heredable, tiene incentivos para gobernar con visión a largo plazo, a diferencia de los líderes democráticos, temporales y proclives a la corrupción.
Curtis Yarvin y también Nick Land desarrollan esta crítica, planteando la democracia como un sistema disfuncional que se perfecciona en su propia lógica de control y retroalimentación electoral, pero que es incompatible con la libertad. Proponen un modelo de "neocameralismo", donde el gobierno funciona como una corporación liderada por un "súper presidente" o CEO con poderes casi absolutos, sin los límites de los checks and balances democráticos. Este líder, comparado con un monarca, actuaría como un administrador soberano, desmantelando el "Estado administrativo" o "deep state". Para ellos, la democracia, especialmente en su forma progresista, es una distorsión de los orígenes no democráticos de Estados Unidos, donde los "padres fundadores" evitaron explícitamente este término. En contraposición, el neocameralismo busca una estructura de poder monárquica moderna, dividida en feudos, que priorice la libertad individual frente a un Estado democrático que consideran corrupto e ineficaz.
¿La nueva sociedad tech lleva inevitablemente a un mayor autoritarismo? Hace unos años el sentido común era exactamente el contrario. En Argentina, he hecho, tuvimos al Partido de la Red de la mano de Santi Siri & Co. Pero, en línea con lo que decíamos al principio, ese experimento pareciera estar más vinculado a ese espíritu tech pre-2016. Más cerca del Occupy Wall Street que de la Internacional Reaccionaria.
Una curiosidad de esas dos épocas o tendencias. En 2014 los dos representantes más sofisticados de Occupy y de Palantir se juntaron a debatir. Peter Thiel y David Graeber. Otra curiosidad: al altísimo porcentaje de coincidencia que tenían Thiel y Graber en sus críticas al poder adminitrativo y del Estado. Y de como la burocratización eran un problema para la generación de conocimiento y el desarrollo científico. ¿Los extremos se tocan?
Seasteding
Otro proyecto financiado por Peter Thiel es el del Seasteding Institute de Patri Friedman, el nieto del mítico Milton Friedman, un proyecto de construcción de islas soberanas. En su libro titulado La colonización del mar escrito junto a Joe Quirk, cuya selección publicamos desde Interferencias en la compilación a cargo del filósofo Luis Diego Fernández, Utopía y mercado, los autores sostienen que “A nivel mundial, el 80% de las megaciudades en expansión se están hundiendo, en costas o llanuras fluviales, mientras el nivel del mar aumenta. Más de un millón de personas se mudan a la ciudad cada semana, y en 2050 aproximadamente la mitad de la población mundial vivirá a menos de 100 kilómetros de la costa. La humanidad está presta a quedar en el agua en 2050. Podemos ahogarnos o podemos flotar”.
El proyecto Seasteading, promovido por Patri Friedman y establecido formalmente en 2008 mediante la creación del Seasteading Institute, plantea la construcción de comunidades autónomas flotantes (denominadas seasteads) localizadas en aguas internacionales, fuera de la jurisdicción de los Estados soberanos. Su objetivo central es habilitar un espacio experimental para la implementación de sistemas sociales, políticos y jurídicos alternativos, exentos de las estructuras regulatorias tradicionales. Estas unidades se situarían más allá de las 200 millas náuticas que delimitan las zonas económicas exclusivas, con la finalidad de maximizar la autonomía institucional y fomentar entornos propicios para la innovación en modelos de gobernanza. Inspirado en principios libertarios y anarcocapitalistas, el proyecto propone una concepción de la ciudadanía como elección voluntaria y dinámica: los individuos podrían afiliarse o desvincularse libremente de una comunidad política —en un esquema análogo al mercado de bienes ideológicos— desplazándose entre seasteads conforme a sus preferencias normativas y valores.
Como dijimos antes, Peter Thiel, desempeñó un papel central en la gestación del Seasteading Institute. Su colaboración con Patri Friedman se tradujo en un apoyo financiero sustantivo. En 2008, Thiel realizó una donación fundacional de 500.000 de dólares, la cual luego aumentó hasta alcanzar los 1,7 millones de dólares.
Como ya señalamos en más de una ocasión, en The Education of a Libertarian(2009), Thiel expresaba una visión escéptica respecto al vínculo entre democracia y libertad individual, lo que impilsaba a Thiel a apoyar proyectos como el seasteading debido a que estas estructuras podían servir como entornos posibles con regulaciones flexibles para el desarrollo de sectores como la investigación biomédica, limitada por el Estado según Thiel, por ejemplo.
Además de desempeñar un rol clave como patrocinador y, en cierta medida, cofundador del Seasteading Institute junto a Patri Friedman, Peter Thiel formó parte de su junta directiva hasta 2011, año en que decidió retirarse argumentando que los avances en ingeniería necesarios para la construcción de comunidades flotantes no resultaban aún técnicamente viables. No obstante, su apoyo a las ideas de Friedman perduró a través de otras iniciativas, como Pronomos Capital, un fondo de inversión dedicado a promover el desarrollo de comunidades autónomas ahora en territorios terrestres, operando bajo regímenes legales especiales.
Bunker
Paul Virilio, filósofo y urbanista francés, decía que el bunker era la apoteosis del siglo XX y sus guerras mundiales y sus guerras nucleares futuras. Sin embargo el búnker vuelve, en este caso, en los inicios del siglo XXI, como una salida más “por arriba”, a la crisis. Una verdadera Salida (Exit) de Hirschman. Otro de los sueños de los techno bros, como los llama su adversario interno dentro del trumpismo Steve Bannon, es el del bunker propio.
El caso al que tenemos que volver, aunque ya lo hemos mencionado en el pasado (también ya nos hemos pronunciado sobre Martin Varsavsky pero hoy mismo se explaya Sebastían Zírpolo sobre el caso en este mismo sitio) es el de Peter Thiel.
En junio de 2011, Peter Thiel obtuvo la ciudadanía neozelandesa mediante una ceremonia privada en el consulado de Santa Mónica, a pesar de no cumplir con los requisitos de residencia, habiendo permanecido solo 12 días en el país hasta ese momento. Posteriormente, en 2015, adquirió aproximadamente 193 hectáreas de terreno cerca de Wanaka, en la Isla Sur, clasificado como “tierra sensible” según la normativa neozelandesa, lo que normalmente exigiría la aprobación de la Overseas Investment Office. Sin embargo, dicha autorización le fue eximida debido a su condición de ciudadano. Según informes del New Zealand Herald, Thiel también posee una propiedad en Queenstown, valuada en 4,8 millones de dólares estadounidenses, en la cual, tras un incendio, transformó un armario en una panic room (sala de pánico). Como tituló un artículo de Maya Kosoff para Vanity Fair: “Peter Thiel sabe algo que nosotros no sabemos?”
Benjamin Bratton, filósofo de la técnica fundamental, en su monumental The Stack decía que “la derecha política dice a veces que los peligros que plantea el cambio climático son exagerados por los izquierdistas deseosos de utilizar medidas reguladoras centralizadas contra el mercado como cuestión de principios y ansiosos por movilizarlas en nombre de los oscuros presagios del futuro”, pero agrega que “el oportunismo político de los negacionistas del cambio climático representa la teleología más ominosa. Cuanto más se demoren las intervenciones y mitigaciones eficaces, más catastróficos serán los resultados finales y menos probable será que las sociedades abiertas y democráticas puedan gestionar la avalancha de consecuencias de vida o muerte”.
También dice que hay sectores que son muy conscientes de todo esto, pero que ven la posibilidad del colapso como una oportunidad para el desarrollo de “enclaves cuasi-soberanos” en los que puedan consolidar su riqueza y desplegarla aislados del resto de la población. Como dice Bratton una vez más: “para quienes prefieran el neofeudalismo y/o el libertarianismo a ultranza, la inacción ante el cambio climático no es negacionismo sino acción en nombre de una conclusión estratégica diferente”. En los bunkers en sitios estratégicos supuestamente alejados del Apocalipsis por venir, de Nueva Zelandia a Argentina, hay más planificación que paranoia.
¿Y la Voz?
Los titanes del mundo tech tienen ideas interesantes y aunque sus planes generales uno puede no compartir, hay que reconocer, además de su inventiva, que tienen al menos una parte del diagnóstico correcto: algo huele mal en la democracia liberal y republicana contemporánea. Por eso las élites están en problemas, el público tiene ira y el mundo es más inestable. Hay demandas sociales masivas insatisfechas. La respuesta tech a esa crisis sistémica es la Salida (Exit) hacia afuera en islas, microestados, búnkeres y hasta en la terraformación marciana. La pregunta que uno puede hacerse es si hay forma de tomar parte de ese diagnóstico, y otro poco de toda esa ambición y energía del mundo tech, y llevar todo eso para el lado de la Voz (Voice) democrática y reformar la democracia pero sin romperla.
Paul Virilio, filósofo y urbanista francés, decía que el bunker era la apoteosis del siglo XX y sus guerras mundiales y sus guerras nucleares futuras. Sin embargo el búnker vuelve, en este caso, en los inicios del siglo XXI.