Túneles bajo la cibernética: técnicas y tecnologías de guerra

Las ideas de tecnología y revolución parecen ir de la mano, con su capacidad de transformarlo todo y volver obsoleto a lo viejo. Pero la guerra demuestra la convivencia de ecosistemas tecnológicos integrados con técnicas descentralizadas, subterráneas. 

por Pio Torroja

Revolución

Un documento del Departamento Nacional de Defensa Canadiense del 2024 comienza diciendo: 

La propagación global de la inteligencia artificial (IA) es omnipresente. Ninguna otra tecnología individual está teniendo el impacto tan generalizado que estos sistemas ejercen actualmente sobre nuestras vidas…La inteligencia artificial tiene el potencial de redefinir fundamentalmente la guerra moderna. 

En The Human-Machine Team, un libro publicado en 2021, firmado por un tal «General de Brigada Y.S.» y traducido como El equipo humano-máquina: cómo crear una sinergia entre la inteligencia humana y la artificial que revolucionará nuestro mundo, leemos que «en nuestra generación, la tecnología no es solo una herramienta que ayuda a las personas; es la inteligencia artificial la que transforma a las personas». No se trata ya de un impacto omnipresente sino de un poder de transformación profundo: «Por primera vez, no es ciencia ficción pensar que podríamos ser capaces de modificar nuestro ADN… Esta revolución da lugar a una realidad en la que podemos imaginar un futuro en el que las personas hablarán de nuestra época como el comienzo de un nuevo nivel de homo sapiens (o como sea que nos llamemos entonces)», concluye el General de Brigada Y.S. En abril The Guardian reveló su verdadero nombre: Yossi Sariel, actual comandante de la unidad de élite de inteligencia israelí 8200, la división secreta de ciberinteligencia de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF).

Tanto en El equipo humano-máquina como en el documento de Defensa canadiense, el impacto o la capacidad evolutiva general de la tecnología, en este caso la IA, se presenta por un lado como una transformación de la vida y recién luego como una transformación del campo de batalla o de la guerra en sí misma. Además, hay una idea de progreso, de mejora o de amplificación en la idea de revolución. Para Y.S., 

una de las formas comunes de describir las divisiones históricas es mediante la referencia a grandes revoluciones y… cada revolución, y cada etapa dentro de cada revolución, fue más grande, más rápida y transformó más aspectos que la anterior… estamos en el umbral de la aceleración de la revolución de la era digital.

Hay algo de banalidad en todo esto, de propaganda u obnubilación. El equipo humano-máquina, que se define a sí mismo como un esfuerzo al mismo tiempo práctico y teórico que está más allá o más acá de la ciencia ficción, defiende el diseño de una máquina especial capaz de procesar rápidamente cantidades masivas de datos para generar miles de posibles «objetivos». Esto resolvería lo que describe como un «cuello de botella humano, tanto para la localización de los nuevos objetivos como para la toma de decisiones para su aprobación».

La máquina

Esa máquina ya existe, su nombre es Lavender. Fue revelada en abril del 2024 por una investigacion de la revista de digital independiente palestino/israelí +972 que fue publicada en paralelo por The Guardian. Según seis oficiales de inteligencia israelíes, quienes sirvieron en el ejército durante la actual guerra en la Franja de Gaza y tuvieron experiencia directa con el uso de IA para generar objetivos, «Lavender ha desempeñado un papel central en el bombardeo sin precedentes de palestinos, especialmente durante las primeras etapas de la guerra… su influencia en las operaciones militares fue tal que, esencialmente, trataron los resultados de la máquina de IA “como si se tratara de una decisión humana”». 

Formalmente, el sistema Lavender está diseñado para marcar a todos los presuntos operativos de las facciones militares de Hamás y la Yihad Islámica Palestina, incluidos los de bajo rango, como posibles objetivos de bombardeo. Las fuentes informaron a +972 que, durante las primeras semanas de la guerra, el ejército dependió casi por completo de Lavender, que registró hasta 37.000 palestinos —y sus hogares—como presuntos militantes para posibles ataques aéreos. 

La investigación expuso que en conflictos anteriores, la identificación de objetivos humanos era un procedimiento mucho más complejo y detallado: designar a una persona como un objetivo legítimo se debatía y luego era aprobado por un asesor legal. Pero que «durante las primeras fases de esta guerra el Ejército dio su aprobación a los oficiales para que adoptaran las listas de objetivos de Lavender sin requisito previo de comprobar en profundidad el “razonamiento” ni los datos para basar tales decisiones». 

Velocidad y adicción tecnológica

Como dice Y.S., se trata velocidad y aceleración, uso eficiente del tiempo. Tal Mimran, profesor de derecho de la Universidad Hebrea de Jerusalem que prestó servicio como asesor legal en las IDFl, expone en un podcast del Financial Time llamado Future weapons, Battlefield AI, que: «cuando serví hace 10 años en la sala de objetivos del Comando Sur, hubo una operación militar de una semana que solo incluyó ataques aéreos en donde el ejército atacó 5.000 veces Gaza. En las primeras etapas de la guerra entre Israel y Hamás, sabemos que se atacaron miles de objetivos en un solo día…»

Mimram agrega que «sería necesario comprender si realmente existe un problema de dependencia de estos sistemas». La aceleración a su vez produce una confusión entre medios y fines. Aquí Mimran hace una observación sorprendente: «el sistema de IA, de hecho, te ofrece la promesa de que nunca agotarás tu lista de posibles objetivos». Lavender conlleva así la promesa de una lista de objetivos infinita y quizás a la dilación permanente los objetivos estratégicos.

En guerras y enfrentamientos anteriores en Gaza la inteligencia israelí en muchos casos evaluaba los daños por bombardeo mediante una revisión rutinaria posterior al ataque mediante escuchas telefónicas. En la actual guerra al menos en lo que respecta a los militantes de bajo rango identificados por Lavender «las fuentes indican que este procedimiento fue abolido para ahorrar tiempo». 

En la guerra conviven la tecnología orientada a la optimización y la calculabilidad, y la técnica, como sistema descentralizado y redundante orientados a la eficacia

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Aproximadamente 1,200 personas fueron asesinadas en los ataques de Hamas del 7 de octubre a Israel, según las autoridades israelíes. Más de 51,300 personas, incluidos al menos 17,400 niños, han sido asesinadas por las fuerzas israelíes en Gaza desde el 7 de octubre de 2023, según las autoridades sanitarias palestinas. Según el Comité Especial de la ONU para principios de 2024, se arrojaron más de 25.000 toneladas de explosivos—el equivalente a dos bombas nucleares. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) estima que los bombardeos han creado 37 millones de toneladas de escombros y materiales peligrosos, muchos de los cuales contienen restos humanos y bombas. 

Lavender expresa una esquizofrenia operativa que superpone la alta precisión en el manejo de la información y el guiado de bombas y la destrucción indiscriminada y masiva.

Transparencia del campo de batalla

«El software Lavender analiza la información recopilada sobre la mayoría de los 2,3 millones de habitantes de la Franja de Gaza mediante un sistema de vigilancia masiva, y luego evalúa y clasifica la probabilidad de que cada persona en particular esté activa en el ala militar de Hamás o la Yihad Islámica Palestina. Según las fuentes, la máquina asigna a casi todas las personas en Gaza una puntuación del 1 al 100, que expresa cuán probable es que sean militantes», dice el informe de +972. Pero el proceso en curso en Palestina en torno a la centralidad de una aproximación «tecnológica» tiene una larga historia. 

La revolución de la conectividad abrió un nuevo capítulo en la historia militar a comienzo del siglo XXI, cumpliendo la ambición de disipar la niebla de la guerra que durante tanto tiempo frustró la consecución de una acción racional. En At the Other Side of the Hill: The Benefits and False Promises of Battlefield Transparency, Guillaume Garnier y Pierre Néron-Bancel analizan las condiciones y la genealogía del concepto de «transparencia del campo de batalla», que se encuentra entrelazado con los avances tecnológicos que comienzan en «el globo aerostático utilizado en la batalla de Fleurus (1794) que permitió observar los movimientos y afectó la moral de las tropas enemigas, que sabían que estaban siendo observadas». 

Pero es durante la Guerra Fría en el siglo XX donde el concepto alcanza su madurez. En 1970, «el general William Westmoreland (Jefe del Estado Mayor del Ejército de EE.UU.) demostró una notable visión de futuro al predecir que los campos de batalla estarían “bajo vigilancia de todo tipo, las 24 horas del día, en tiempo real o casi real” y que las fuerzas enemigas serán localizadas, rastreadas y atacadas casi instantáneamente mediante el uso de enlaces de datos, evaluación de inteligencia asistida por computadora y control de fuego automatizado». Los comandantes militares estarían «continuamente al tanto del panorama completo del campo de batalla» y serían capaces de «destruir cualquier cosa que localicemos mediante comunicaciones instantáneas». 

En ese mismo contexto, el coronel estadounidense John Boyd modeló un ciclo conceptual de decisión conocido como OODA (observar, orientar, decidir, actuar), cuyo objetivo es acortar el tiempo entre la observación y la acción; transparencia y optimización del tiempo quedan unidas conceptual y operativamente. Así, la capacidad de «ver todo en una zona determinada» pasó de ser una característica  interna de la información e inteligencia a convertirse «en un objetivo operativo», observar y disparar se volvían la misma cosa. Estas tecnologías en torno a la velocidad y la transparencia fueron integradas en una teoría coherente (information-based RMA), que se aplicó en la Guerra del Golfo (1990-91), que fue excepcional en términos de su «asimetría informacional y distorsionó las percepciones sobre el carácter decisivo de la superioridad informativa y tecnológica». 

La convergencia de las tecnologías de procesamiento automático de datos, de sensores y telecomunicaciones quedaría fijada en la doctrina de shock and awe implementada en Irak en 2003 que se basaba en «conocimiento y comprensión casi total o absoluta de uno mismo, del adversario y del entorno»; es decir en una compresión ambiental, ecosistémica de las tecnologías de guerra.

Cibernética y ecologización tecnológica

En Thousand Ecologies: The Process of Cyberneticization and General Ecology (2017), Erich Hörl habla de la emergencia de una ecología general en contraposición a una ecología restringida, la misma tarea del pensar atravesaría un imperativo ecológico; pero debemos prestar atención al modo en que esta ecologización generalizada toma forma:

En contra de todos los prejuicios ecológicos que vinculan ecología y naturaleza, la ecología demuestra ser cada vez más la configuración no natural o anti-natural que se ha establecido durante más de medio siglo por medio de la extensa cibernetización e informatización de la vida. La mediación tecnológica radical que se ha implementado desde 1950 a través del proceso de cibernetización provoca que el problema de la mediación como tal entre completamente en foco, exponiéndolo con una radicalidad nunca antes vista. 

La relacionalidad constitutiva entre individuo y medio que antes era pensada desde una ecología restringida, centrada en la naturaleza, aparece ahora como una ecologización generalizada que se origina en una mediación tecnológica cibernética radical, sostenida materialmente por medios técnicos y computacionales ubicuos. Es necesario prestar atención a cómo la idea de ubicuidad de los medios y los sistemas técnicos es introducida. Este mismo enfoque de una convergencia progresiva es el que estructura El equipo humano-máquina, donde la idea de «revolución» sirve a los fines de sincronizar un cierto estado de los sistemas técnicos y muestra como inevitable una sinergía entre la esfera humana y la técnica. 

La convergencia de las tecnologías de procesamiento automático de datos implementada en Irak en 2003 se basaba en conocimiento casi total del adversario y del entorno; una compresión ambiental de las tecnologías de guerra.

Túneles

La idea de una ecología general originada en un proceso de cibernetización, tecnologización y computación ubicua dependen de un flujo constante y regular de energía, de un sistema muy coordinado de infraestructuras de todo tipo. Sin embargo este flujo constante y coherente no está asegurado en un mundo en crisis. El sistema de seguridad israeli y su poder militar van perdiendo la capacidad de disuasión a medida en que transforman la amenaza en acción directa. En 2007 Eyal Weizman dijo en el libro Hollow Land: Israel's Architecture of Occupation, que: 

cuanto más eficiente se ha vuelto la capacidad destructiva de la Fuerza Aérea israelí, más profundamente la resistencia ha debido retirarse bajo tierra. Esta realidad sostiene la última simetría dentro del conflicto asimétrico: el control absoluto del espacio aéreo y del espacio exterior —como el ejército estadounidense ya lo aprendió dolorosamente en Vietnam, y los soviéticos en Afganistán— es reflejado por el dominio del enemigo sobre la guerra subterránea. 

En una entrevista reciente, Weizman expone su actual investigación sobre la red de túneles, y agrega que «si la vida en la superficie de Palestina se ha vuelto inhabitable, entonces hay que excavar bajo tierra para sobrevivir. Es la Nakba subterránea». La saturación terrestre, aérea e informacional de la alta tecnología genera la saturación de un medio que a su vez va generando márgenes y desplazamientos técnicos. 

Antes de la guerra de Gaza de 2023–2024, se calculaba que el número de túneles era de 1.300, con una longitud total de 500 kilómetros. En enero de 2016, Ismail Haniyeh, el principal líder político del Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás), declaró que se habían cavado túneles que eran «el doble de largos que los túneles de Vietnam». Después de la guerra, Israel estima que los túneles se extienden entre 560 y 725 kilómetros. La profundidad de estos túneles puede variar entre 20 y 30 metros bajo tierra, aunque algunos alcanzan profundidades de 40 a 50 metros y, según algunas estimaciones, incluso de 70 a 80 metros. Weizman explica cómo, luego de la primera Intifada, por los túneles de Rafah ya no circulaban sólo mercancías: la gente huía y el material militar comenzaba a entrar en el túnel. 

El uso de túneles se aceleró tras el inicio de la segunda Intifada, cuando Israel selló completamente la Franja de Gaza del mundo exterior. Antes de 2007, la mayoría de los excavadores provenían de Rafah, de familias beduinas; era su especialidad, pero después de 2007 «el túnel se había convertido en un salvavidas, sorteando el asedio y la economía de los colonos. Ingenieros estructurales, contratistas y constructores, desempleados, sistematizaron la red… se convirtió en un proyecto de infraestructura estatal».

Según diversas fuentes, como The Jerusalem Post y The Guardian, solo se ha logrado destruir un 25% de la red de túneles. «Terminás lanzando 10 bombas sin siquiera estar seguro de que el objetivo esté allí», decía un piloto israelí al diario Haaretz. Dice Weizman, que «cada edificio que demuele el ejército israelí contiene vigas metálicas que luego se hunden bajo tierra, acero reforzado que impide la penetración de radares o magnetómetros. Con sus continuos bombardeos, el ejército ha creado una barrera invisible entre su propia visión y lo que ocurre bajo tierra». 

El problema del tunelamiento y su uso militar o paramilitar es muy antiguo en la región, se trata de una técnica que data del tercer milenio a.C. El historiador judeo-romano Flavio Josefo describe cómo los judíos se escondían de los romanos durante la Gran Revuelta en el siglo I, y Dion Casio describe el uso militar de escondites durante la revuelta de Bar Kojba en el siglo II. 

La relación entre las técnicas de control operativo del entorno —incluyendo, como vimos, la guerra cibernética—y las técnicas de tunelería propias de la guerra insurgente puede parecer, a primera vista, paradójica. Sin embargo, lo que se manifiesta es el encuentro concreto entre dos sistemas técnicos históricamente desfasados, su actual confrontación nos enfrenta a una suerte de realismo técnico. El proceso de cibernetización aunque inmenso no aparece como un sistema hegemónico, sino como un sistema técnico entre otros, condicionado por sus propios orígenes y determinaciones históricas, dividido internamente cada vez más por distintos desarrollos regionales. Estos sistemas, aunque heterogéneos, coexisten en su mutua afectación en un mismo espacio de conflicto. Este encuentro entre la AI y los túneles no es más que una figura en el proceso de encuentro, choque y superposición de sistemas técnicos.

Guerra y tecnología

El libro Technology and War: From 2000 B.C. to the Present, de Martin van Creveld, publicado en 1989, contiene una hipótesis de sentido común en apariencia: «la guerra está completamente impregnada por la tecnología y gobernada por ella», pero luego se refina: «la tecnología establece los parámetros dentro de los cuales se libra la guerra, pero no la determina por sí sola su naturaleza». Se podría decir entonces que la tecnología «gobierna» la guerra pero no la «determina». Esto abre dos preguntas: 

1) ¿Guerra y tecnología pertenecen a un mismo medio lógico, a un mismo modo de existencia?

2) ¿Qué imagen de la tecnología en sí misma arroja la guerra? 

Intentemos desplegar la forma en que lo plantea Van Creveld. En la guerra no hay una racionalidad inmanente sino el choque de dos o más racionalidades: 

la guerra, lejos de ser un ejercicio de tecnología, es principalmente un enfrentamiento entre dos beligerantes. Los principios de su conducción son, por lo tanto, completamente diferentes. Como en el deporte, cada competidor posee una voluntad independiente y solo puede ser controlado por el otro en una medida muy limitada.

Pero, a diferencia del deporte, los objetivos buscados en general son diversos o contradictorios, cada parte intentará lograrlos 

mientras impide que el otro haga lo mismo, la guerra consiste en gran parte en un juego de engaños… dado un oponente capaz de aprender, existe el peligro real de que una acción no tenga éxito dos veces porque tuvo éxito una vez... La lógica subyacente de la guerra no es, por lo tanto, lineal, sino paradójica. La misma acción no siempre llevará al mismo resultado.

Por supuesto no se trata de eliminar la tecnología, sino que 

el problema de hacer que la tecnología sirva a los fines de la guerra es más complejo de lo que comúnmente se cree… la clave es que la eficiencia, lejos de ser simplemente favorable a la efectividad, puede actuar como su opuesto.

Y luego realiza un razonamiento que quizás desde el punto de vista de la filosofía de la técnica sea equívoco, pero que cobra un brillo particular en el marco de la lógica organizacional de la guerra: 

la especialización condujo a su vez a la integración… Los proyectos tecnológicos más poderosos han sido aquellos que se han optimizado. En ellos, se crea una coincidencia perfecta uno a uno entre medios y fines». Lo que está en juego aquí es «nada menos que un intento de aislar el sistema de la incertidumbre mediante la creación de un mundo artificial perfectamente controlado y perfectamente estable. 

El esfuerzo por constituir un ecosistema sincrónico e integrado, aun siendo incompleto en la práctica, se conoce bajo el nombre de eficiencia. Pero «si la eficiencia fuera lo único que importara… entonces es evidente que el sistema debería organizarse siguiendo principios tecnológicos». Un sistema altamente eficiente y centralizado. Pero cuanto más centralizado esté, mayor será el «peligro de que quede paralizado si la acción enemiga logra eliminar el centro de mando o interfiere en las comunicaciones con él. Un sistema debe ser capaz de hacer frente a la incertidumbre que resulta de la acción enemiga … una cierta cantidad de redundancia, holgura y desperdicio no solo debe ser tolerada, sino que debe incorporarse deliberadamente». 

Un paradigma alternativo al de Star Wars que ha fracasado de forma  espectacular en garantizar la seguridad de Israel, es el de Mad Max, que podría formularse como «Nunca subestimes a adversarios tecnológicamente inferiores»

En suma, en la guerra conviven la tecnología, como sistema coherente, diferenciado e integrado, orientado a la eficiencia, la optimización y la calculabilidad, y la técnica, como sistema descentralizado y redundante orientados a la eficacia. La cibernética y los túneles.

Conclusión: Star Wars vs. Mad Max

En un reciente artículo publicado en mayo del 2024 en el sitio del conservador Hudson Institute, llamado «The Gates of Gaza», Michael Doran y Can Kasapoğlu escriben que «el 7 de octubre, cuando los parapentistas de Hamás sobrevolaron la “valla inteligente” israelí de 64 kilómetros, equipada con sistemas de radar de última generación, ametralladoras teledirigidas y sensores subterráneos, no encontraron ninguna resistencia militar significativa por parte de la que a menudo se considera la cuarta fuerza militar más poderosa del planeta». 

Según los autores, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, Israel reorganizó por completo su estructura militar, alineándose con doctrinas de combate contemporáneas que se habían popularizado en Occidente. En lugar de un ejército tradicional, adoptó una estrategia centrada en la eficacia tecnológica: fuerzas reducidas pero altamente capacitadas, apoyo aéreo de precisión, unidades especiales y sistemas de inteligencia tecnológica. Esto se basaba en la suposición de que  la época de las grandes guerras, de las guerras convencionales había pasado, «este juicio se basa en dos suposiciones clave: primero, que las ventajas tecnológicas disuaden a los Estados; y segundo, que la superioridad tecnológica por sí sola puede ser el factor determinante de la victoria en una guerra. Denominaremos Star Wars a este paradigma militar —el que adoptaron la mayoría de los países de la OTAN y los israelíes—que fomenta la creencia errónea de que lo nuevo vuelve obsoleto a lo viejo». 

Un paradigma alternativo al de Star Wars «que ha fracasado de forma visible y espectacular en garantizar la seguridad de Israel, es el de Mad Max, que afirma que los sistemas de armas nuevos y antiguos se fusionarán gracias a conceptos operativos innovadores» Su regla podría formularse como «Nunca subestimes a adversarios tecnológicamente inferiores». 

 Estas reflexiones se acercan a la idea de «estratos de tiempo», de simultaneidad de lo no-simultáneo, que plantea Reinhart Koselleck, y nos ofrecen una vía para aproximarse al modo de existencia y de coexistencia de las técnicas, contrario al enfoque tecnológico parece apoyarse en un esquema evolutivo, progresivo y convergente de las diversas técnicas; oscureciendo no solo la diferencia entre ellas, sus origenes, sino las características específicas y multidimensionales de sus diferentes asociaciones. Así, la particular temporalidad y componibilidad del paradigma Mad Max vuelve dudosa toda forma de calcular los resultados del encuentro entre los sistemas técnicos, los resultados de la nueva guerra.